10 de diciembre de 2010

Muerte en un almacén

    Por una suerte del destino, esa noche, recibí la llamada de un viejo amigo, Jhon. Acordamos encontrarnos en la puerta de un bar de los barrios bajos. El reloj marcaba las doce, la media noche, la hora del cazador. En el cielo una luna llena irradiaba con su luz espectral y los fantasmas del tiempo pasado asechaban entre las sombras. Volver a los barrios de mi infancia siempre revive sensaciones amargas. 
    Nacimos y nos criamos juntos, eramos peligrosos. Nuestras madres eran compañeras de trabajo en un prostibulo de mala muerte hasta que un incendio nos dejo huerfanos. Esa noche marcó nuestras vidas y unió nuestros caminos. Vivimos al límite en busqueda de esa vil moneda. Mi adolescencia no fue buena, sin posibilidad de conseguir trabajo respetable solo quedó la delincuencia y con Jhon formábamos una pareja imbatible. Muchos matones menores, narcotraficantes y proxenetas contrataban nuestros servicios. El tiempo pasó demasiado rápido y juntamos demasiados enemigos. Decidí alejarme un poco del sur, probar suerte en el centro. Pocos meses después ya podía mantenerme a flote y dejar mi pasado oscuro olvidado. Sin embarho, Jhon no tuvo la misma suerte; amaba el sur. En reiteradas oportunidades le ofrecí trabajos muchos más limpios, solo los rechazaba con cortesía. Intenté hacerle entender que sus reflejos no serían eternos y el tiempo cobraría sus deudas; pero Jhon es del tipo de personas que no sabe darse por vencidas. 
    -¡Un gusto verte viejo amigo! Ha pasado demasiado tiempo- escuché la voz afable de Jhon.
    -¡Jhon! Te mantienes muy bien.
    -A mi me pasa lo contrario, cuando te miro a la cara veo cuanto he envegecido
    Una sonrisa, un abrazo y descendimos al "infierno". El viejo bar del infierno, es un territorio peligroso si no sabes con lo que te enfrentas. Es un viejo subsuelo arrendado por un narcotraficante retirado, el viejo Tom. La edad le porporcionó sabiduría y esos contactos para poder mantenerse al tanto de información delicada. Es de tal importancia este santuario para los bajos fondos, para los delincuentes en busqueda de trabajo, que lo respetan. Solo hay una regla, es territorio neutral. Cuando llegamos al piso inferior, sentí como regresaba el tiempo atrás; todo estaba exactamente igual. Jhon me indicó una mesa en un rincón y al pasar por la barra le pidió a Tom un par de cervezas. Nos sentamos uno frente al otro, cara a cara; como en los viejos tiempos.
    -¿Qué cuentas? - pregunté
    -Nada nuevo. Ultimamente el trabajo escacea un poco, pero mi reputación obliga a los clientes a pagar bien. Todavía estoy buscando mi jubilación.
    Solo necesité dos palabras de Jhon para percatarme.
    -Estas trabajando ahora mismo. Esa mirada la conozco.
    -Si y tu conmigo.
    -No, Jhon. Yo no hago más estos trabajos.
    -¿Acaso vas a rechazar un pedido de un amigo? ¿Tanto te ha cambiado el mundo para ricos?
    -No has pedido nada.
    -¿Me ayudas?
    -Si.
    Solo necesitó un beso Judas, a mi una afirmación y mi juramento de no volver a esta vida de peligros se fue al cuerno. Es mi mejor amigo y no podía rechazarlo. Sin más, me puso al corriente; estabamos esperando en el "infierno" la aparición de un dealer de nombre Alex. No era la gran cosa, solo un peón en el tablero. Debíamos hacerlo hablar, tenía que informar sobre la localización de un cargamento. En un primer momento tenía pánico de haber olvidado como se hacía, pero descubrí mi error. Este tipo de cosas, son como andar en bicicleta; no se olvidan. Lo identificamos, lo seguimos y cuando no había testigos lo alcanzamos. Un buen golpe y estaba dormido en la calle. Jhon trajo su camioneta, lo subimos y salimos. Nadie nos vio.
    Llegamos a una vieja fundición abandonada. Entramos sigilosos con el paquete amordazado y bien sujeto. Jhon dejó su arma sobre unos barriles mientras me ocupaba del Alex. Lo preparé como era la costumbre, unas cadenas a las muñecas para sujetarlo a una viga, sus pies no llegaban a tocar el suelo. Unos golpes leves en la mejilla para despertar a la bella durmiente y el show estaba a punto de empezar. Por un momento sentí remordimiento por el gusano, pero recordé el viejo dicho: "no hay inocentes en el sur".
    Cuando abrió los ojos tardó unos segundos en percatarse de su precaria situación. Comenzó a murmurar sobre un dinero, Jhon se bendaba las manos. Decidí asumir del papel de espectador. Sin mediar palabra comenzó la brutalidad. Parecía un entrenamiento de box, golpe tras golpe nuevas heridas se abrían. Para poder ablandar escoria es necesario no mostrar piedad, pero la falta de costumbre, a este tipo de espectáculos, me obligó a detenerlo.
    -¿Dinos del cargamento? ¿Donde esta?
    Jhon jadeaba agotado, casi al límite. Sus puños ensangrentados permanecían tensos. Alex estaba mucho peor, su rostro cubierto de sangre, algunos cortes en la cara, sus muñecas en carne viva y un tabique roto. Era duro el muchacho, había que reconocerlo; no mostraba signo alguno de debilidad, permanecía estoico.
    -¿Dinos del cargamento? ¿Donde esta? - volví a preguntar.
    Por un momento sentí lástima, abandonado a la suerte de dos matones violentos, morir en un sitio como este. Impulsado por mi buena voluntad, mis deseos de volver a mi vida normal y dejar el sur atrás, sacudí un poco al joven. La acción tuvo su reacción, pero no la indicada. Una mueca siniestra se dibujó en el rostro del muchacho; tuve un mal presentimiento.
    -Tu eres "el" amigo de Jhon. Me siento orgulloso de ser parte de esto, de ser parte de este plan, de matar a uno de las leyendas vivientes del sur.
    Algo me dijo, en mi interior, que debía girar; pero la imagen no fue nada agradable. Jhon, con su arma en la mano; dos refucilos y mi muerte. 

9 de diciembre de 2010

La niña, el niño y el barrilete


Hay una historia donde dos niños de encuentran en un parque de juegos. Y es así, tal vez no me la acuerde muy bien; pero espero respetar los hechos.

              Ella miraba las estrellas, él miraba el suelo. En la plaza, donde los niños depuran fantasías; ella lo miró. No supo si era una estrella o una pelusa, pero lo miró. Él dejó de mirar el suelo; y así sus ojos se cruzaron. Los sueños son la materia prima del las fantasías, de los juegos, de la realidad; son barriletes.
              Ella le mostró un hermoso barrilete color coral, nacido de las entrañas de su mar. Él miró el cielo por primera vez, vio como las estrellas bailaba una melodía familiar. Ella cantaba la melodía, él trataba de seguirla. Él deseaba poder saberla mejor, ella lo hacía a la perfección. Sus ojos se perdían en los de ella, mientras como niños miraban el cielo, miraban el barrilete y sentían los vientos.
              Con una sonrisa retadora le entregó el barrilete al niño junto con unas palabras: “Hazlo volar”. El muchachito, perdido; no sabía como. Los vientos eran fuertes, la noche absolutamente inmensa; pero debía remontar su sueño, el sueño de ella. Lo intentó; torpemente, no lo logró. Lo volvió a intentar mientras la sonrisa de la niña continuaba acechándolo con ternura, como unas palmadas en la espalda lo empujaba a continuar. Al comienzo fue por obligación, después por necesidad y por último, por que lo deseaba. Sin darse cuenta, estaba mirando el cielo, la miraba a ella, miraba el barrilete intentando escalar los cielos borrascosos.
              Lo intentó, lo logró. Por un tiempo. Falló, calló. Cuando el cometa tocó el suelo, el rostro de la niña se contorsionó. El niño no miró el barrilete de coral tocar el suelo, prefirió no ver el choque con su mundo, con lo que conocía, prefirió mirar los ojos de ella y allí; vio dolor.
              Por un momento miró el suelo. Ella tomó gentilmente al barrilete del suelo, lo limpió y se lo entrego nuevamente con las palabras más dulces: “Hazlo volar. Aprende”.
              Sonrisa en el rostro y mirada clavada en los ojos de ella; así es como comenzó el segundo intento. Pero el pequeño no sabía, el pequeño era débil, el pequeño no entendía, el pequeño se esforzaba en querer pero no lograba.
              Remontó el sueño. El sueño se tambaleó. El sueño se peleaba con los vientos. El sueño se alejaba del suelo conocido por el pequeño para llegar a las estrellas. Pero el niño siempre falla e intenta lograrlo.
              Continúan allí. Remontando el barrilete, él continúa allí, ella también. Ella ve en el niño el cielo, y el niño ve en ella el cielo. Ambos, remontan ese barrilete. Fallan, y vuelven a intentarlo. Todo por alcanzar la estrella, todo por el sueño, todo por las dos estrellas terrenales.

              Ellos son soñadores en pos de su sueño, en pos de ese barrilete color coral nacido del mar del verde más profundo. Los niños se pelan, los niños gritan, los niños canturrean, los niños destinan sus ojos a los cielos. Los niños buscan alcanzar las estrellas con su pequeño barrilete y saben que pueden lograrlo, solo necesitan intentar. Intentar es lograr.

8 de diciembre de 2010

Adiós

    Las lejanas montañas eran testigo de mi gran pecado. El atardecer teñía todo de un rojo mórbido. Lejanos eran los días felices. Las imágenes difusas tras un velo de tiempo añejado me torturaban; un espejismo cruel. Sumergido en mi dolor, mis penas amargas; solo podía lamentar mi suerte; cómplice de un gran plan inesperado para perder todo lo importante. Las puertas del cielo se han cerrado y no dejan pasar a seres oscuros. Lamentablemente, ahora, no encontraré paz ni en el cielo, ni en la tierra. Solo las abrasantes llamas del infierno me esperan, un descanso para el gran sufrimiento; un respiro de tanto dolor. La culpa me carcome desde mi interior.
    Ella esta allí, a mis pies. La vida abandonó su cuerpo en el último suspiro. Sus ojos se repiten una y otra vez. No podré soportar mi pecado, no podré tolerar su mirada toda la eternidad. Es la representación de mi odio, de mi ira incontrolable. Ese instante donde todo se destruyó en mil pedazos. Puedo ver claramente cada uno de los fragmentos caer y perderse en diminutas perlas de sangre. Ella, con su mirada de desprecio y asombro. Mi incapacidad en su máxima expresión. Soy mi pecado, soy el pecado.
    No quiero caminar ningún camino sin ella, no puedo entender mi vida sin su presencia. Su aroma, su dulce voz; pero algo me impide dejar esta tierra en un acto de orgullo propio. El suicidio parece algo imposible de cometer. Las antiguas promesas de amor eterno, de necesitarla para vivir como el aire, eran solo mentira. Esa cizaña de raíces fuerte envenena todo el mundo, hasta mi más profundo sentimiento. El amor por ella, parece algo sucio. Antes era maravilloso vivir en la mentira del vinculo profundo, pero solo me siento sucio; desprotegido de tanta basura. No entiendo como algo tan hermoso puede convertirse en suciedad en un parpadear; solo para dejar un cadáver putrefacto, su vieja envoltura.
    Su cuerpo, ese cascarón vacío, no tiene el hermoso brillo en sus ojos. No quedan rastro de lo que era antes, sobras. La consecuencia de un acto despreciable. No puedo negarlo, me aborrezco. El dolor ataca profundo en mi negro corazón, una daga punzante formada por todo el odio excedente. Ella era hermosa, ahora solo es nada. Un envoltorio vació. ¿Dónde se escondió su sonrisa, sus bromas, su hermosa personalidad? ¿En que rincón se escondió? ¿Con que Dios nefasto fue a dar? No puedo creer en las fantasías de un mundo detrás de este. Promesas y nada más. La idea que hay algo detrás solo ayuda a mantener la esperanza de los pobres diablos sin fortuna. La pobreza, de esa manera, puede ser tolerada tranquilamente; sin sobresaltos. Tranquilidad para titiriteros. Es mentira, una sucia mentira. Cuentos de hada para que los niños puedan dormir bien. ¿Dónde está? ¿En mis recuerdos? ¿Y que pasará con ella cuando yo muera?
    Ella vive, se donde estáDetrás de todo, en el rincón más oscuro de mi ser. Ella vive en mi culpa; es mi pecado. La odio ¡Cómo la odio!

Secretos en las tinieblas


La casa de té era un hervidero, podía sentir los olores y el aire era pesado. Una tormenta de verano me había obligado a esperar. Desde mi mesa, solitario, podía escuchar todas las conversaciones y disfrutar del paisaje. Dos mercaderes discutían acaloradamente sobre el valor de un saco de arroz, una pareja de ronnins miraban con un semblante serio un mapa viejo, dos campesinos comían sin mediar palabra mientras un músico ambulante ejecutaba pobremente un samisen de excelente calidad, pero nada de esto llamaba mi atención. Estaba encerrado en mis recuerdos, contemplaba mi destino. Volvian las imagenes, lentamente, como en un sueño, podía palpar el pasado.


    Descansaba sobre una roca, esperaba pacientemente la inspiración de un bello cerezo mientras ejecutaba una melodía olvidada con mi flauta. Mis ojos cerrados, el viento susurraba a su amante su belleza, sentía mi cuerpo ligero como una pluma y fluía a travez mi la música. Llevaba dos años al servicio de mi damisiho preparaba mi cuerpo y espiritu para servirle a la causa de mi familia. Al dejar mi hogar, todo parecia superfluo, mi niñez carecía de importancia y abracé la filosofía de mis ancestros con suma facilidad. Mis maestros se sentían orgullosos de mis habilidades mientras crecía en conocimientos. Me sentía comodo, muy tranquilo, algunos jovenes como yo no tenían esa destino. Mucho alagaban  a mi padre por mis logros, y la corte me reconocía como un hijo digno. Se podía escuchar rememorar la belleza de mi madre, desconocdia para mi, mientra se lamentaban su perdida. En los pasillos del castillo podía escucharse murmullos diferentes. Nada malo se decia de mi sangre, de mi padre y de mi madre. Era demasiado perfecto para un miembro de la familia; mi corazón temía por un peligro subyasente en esos alagos. Mis pensamientos volaban libres con el viento, cuando una voz carrasposa me sustrajo de mi ensoñación.
    -La belleza es un bien efimero, solo la sangre es perdurable.
    Reconocí su voz y mi cuerpo se tensó solo por un momento. Respire despacio para controlar mi corazón, despacio, traté de ocultar en mis gestos lentos y medidos mi estado, guardé en el estuche la flauta. La parsimonia pausada otorgó el tiempo necesario para tranquilizar mi conciencia y afilar mi mente. Al girar, el daimisho del clan me miraba.
    -Shoju Dono- mi rostro bajó en una reverencia larga para continuar - la belleza es el más peligroso de los elixires. Es superflua, pero alimenta el corazon de rokugan. 
    -Makoto. Puedes pararte, mi acompañante para la visita de los jardines falto a su cita y siempre necesité de otros para comprender la verdadera profundidad del estanque de la belleza
    Me levante lentamente, guardé en mi obi el estuche nacarado para caminar juntos por los parques. No podía percatarme de la presencia de su guardia, pero deseaba que se encontraran escondidos o en caso contrario corría peligro. El silencio se prolongó demasiado mientras nos adentrábamos en los confines de los hermosos jardines. El atardecer teñia todo de rojo, tiempo atras quedó la primavera para permitir el paso del verano.
    -Todo es un ciclo- susurré levemente con la intención de percatarme del interes de mi damisho para conmigo.
    -El invierno trajo la muerte, la primavera la vida, el verano las cocechas hasta volver nuevamente a la muerte
    -Si Shoju Dono. Todo cumple un ciclo
    -Tambien con las personas. No siempre aceptan el destino, pero en ese ciclo se puede encontrar la belleza.
    -Hi, Dono. Tragué saliva, despacio, para no mostrar debilidad. Temía por mi vida. Continué con mis palabras, para poder descubrir la verdad detras de la mascara. -Yo, he vivido igual. Soy joven, solo cuento diecisiete primaveras, pero mi madre murió trayendo un invierno a mi padre y de su muerte nací yo, Como una primavera, traje luz nuevamente a una casa apesadumbrada. Dejó marca para toda la familia ese invierno, la muerte de mi madre, pero como la primavera mi nacimiento trajo alegria y un deseo de vida. El verano, ha madurado los frutos y espero continuar nutriendome bajo la luz para poder ser un fruto madruo para el bien de la familia y el imperio.
    Pude percatarme con el ravillo del ojo, detras de mi mascara de porcelana blanca de una leve afirmación. Shoju se detuvo delante de un estanque, cruzo sus brazor por detras y dandome la espalda permaneció en silencio. 
    -Tu padre Baiushi Akito es un traidor. No podemos permitir esa mancha. El invierno se aproxima. 
    Mi corazón se detuvo en seco, mis pupilas se dilataron y por reflejo dije solo una frase: "El invierno es inevitable". Shojo, caminó por el senderó dejandome atras. Pude ver como se alejaba su figura mientras las sombras del atardecer lo cubrían. Mi padre era un rebelde, fue un sirviente ferviente de Shoju y ahora me habían dado la mision de asesinarlo. Me dio asco por un momento la traicion de mi padre, no toleré la idea de asesinarlo. Siempre había sido muy amable conmigo, excelente y un fiel servidor; todo lo que se puede esperar de un respetable miembro del clan escorpión. La mancha lo alcanzó, el invierno debe tambien llegar a sus puertas.
    Pedí permiso para presentarme con mi padre. El jefe a mi cargo me dió permiso para retirarme sin inconveniente alguno, solo el favor de su geisha preferida y nadie se enteraría que me fuí. Impartí las últimas directivas a los sirvientes y partí. No hice uso alguno de montura, tenía mucho que pensar en el camino. Mi conciencia me carcomía, debía matar a mi padre; mi familia y demostrar la lealtad al clan. Estaba claro cual era la verdadera naturaleza de este pedido, era solo una prueba para mostrar mi caracter. En el clan hay miles mejores para poder desarrollar esta tarea; pero nadie mejor que yo. Nada se podía hacer, todo estaba en marcha. Debía presentarme ante mi padre para poder saber la verdad. No entendia la verdad en su conducta, necesitaba saberlo.


    Solo dos días eran necesario, pero la tormenta me cortó paso. 
    La ejecución del artista cortó de golpe arrancandome de mis pensamientos. Miré para percatarme que un sirviente de mi casa esperaba en la puerta. Me paré, caminé lentamente hasta la puerta mientras sentida la mirada de todos a mis espaldas. El sirviente de mi padre hizo una reverencia mientras me indicaba con la mano que me dirigiera afuera. Todo estaba pago, estaba esperando este movimiento.Claramente el mensaje había llegado. Para no levantar sospecha alguna, le envié previamente a mi padre una carta para indicarle que me habían dado permiso en el castillo y deseaba saludarlo. La carta había sido enviada con anterioridad, era de esperarse que pasara a buscarme. Cuando salí el morimono estaba esperando. Ingresé y comenzá la marcha. La lluvia continuaba insesante, creí por un momento escuchar el lamento de mi madre en el viento. Me alteró los nervios escuchar su voz, no sabría explicarlo pero sin haberla escuchado nunca hablar y jamas vivir con ella algo me dijo que era su voz. Respiré lento, buscaqué controlar mis pensmaientos. 
    -Makoto dono- dijo uno de los sirvientes.Lo reconocí. Al correr la persiana me encontre trotando al lado al rostro afable, cubierto de de arrugas del viejo Seiki, uno de los siriventes mas leales de mi padre.- Es una fortuna su presencia. Había resado a las fortunas todos los días por su regreso, y ahora lo tenemos con nosotros. La casa ya no es igual sin su presencia-. Podía denotarse suma preocupacion en el anciano.
    -Esta mal mi padre? No decía nada en sus cartas sobre ello.
    -Si dono, el señor se encuentra palido y casi no come. Se encuentra siempre en su habitacion. Esto estuvo pasando cada vez más constantemente, es una suerte tenerlo entre nosotros. Su presencia esperemos que lo recupere pero pensamos lo pero. 
    Le di la mano. Se la apreté con fuerzas, el anciano vio mi mano y se le escapó una lágrima. Solo afirmó para perderse entre las callejuelas del pueblo para delantarse. 
    Al llegar a la casa de mi padre me sentí mucho mas calmado. Llamó mi atención mi estado mientras me limpiaba despues del viaje y vestía para hablar con él. Mi habitación no había cambiado en nada, todo estaba esplendido. Luego de preparar un regalo envuelta en hermosas telas, un pergamino finamente decorrado llegó el viejo Seiki. Me dirigí con el hasta las habitaciones donde se encontraba. Abrí las puerta para encontrarlo, firme con una postura erguida, su mascara siempre había llamado mi atención; un hermosa mascara de detalles decorados y su rostro sereno podía entreverse. Me presenté y con sumo respeto salude. Le encantaba que hiciera siempre uso de mis habilidades. 
    -Akito dono, siempre es un placer verle tan bien. La providencia lo ha guardado y las fortunas le sonrien. Deseo poder ser tan digno de llevar su sangre, mi padre. Traigo del castillo de nuestro daimisho dos regalos para usted. No son dignos de su estatus por ser meros objetos de mi creación. Sería un honor para mi que puediera recibir estos humildes obsequios donde plasmé todos mis esmeros para ensalsar su gloria.
    -Makoto san, estoy mas que alagado, pero no podría aceptar tal detalle de su parte
    -Dono. Me vería realmente muy honrado y desearía que mis creaciones, donde se aloja parte de mi espiritu, pudieran acompañalo. De ese modo sentiría que nunca me encontraría lejos de usted y siempre cerca para protegerle
    -Makoto San, en las creaciones de un artista se ocultan la belleza de su alma y si la entrega es total; todo su espiritu se ensalsa. Los Kamis le agradan ello y es por eso, no puedo igualarme a un Kami. Solo soy un simple mortal a su sombra y no podría nunca contener el espiritu de un samurai.
    -Dono. Coincidere esta entrega como desinteresada, solo deseo poder estar allí. Los kamis viven sobre nosotros y nosotros en la tierra vivimos. Por ello, deseo ensalsarlo en vida.
    -Bien Makoto. Muy buena presentación. Vamos a pedir un poco de te para que me cuentes los pormenores del castillo Baiushi y como crece nuestra familia.
    -Hi, padre.
    Un chasquido lleve y el viejo Seiki se presentó con una bandeja de té. Yo me paré, corrí una de las puertas que daba al patio y miré como llovia. El viejo continuo sirviendo y haciendo todos los preprativos mientras mi padre dejó a un lado los regalos. Un ataque de toz carrasposa lo atacó. Giré de golpe, asustado y me percaté de su estado. La tos continuaba, el viejo Seiki trato de acercarle algo para tomar pero se negó. Se mantenía estoico y distante como siempre.
    -¿Puedo ayudar padre?
    -No - dijo entre tos.
    Le di la espalda, para proporcionarle intimidad; pude escuchar los pasos del viejo seiki que se retiraba. Estabamos solos. La lluvia caía lentamente, sentía como la belleza me inundaba nuevamente el corazon. En un primer momento sentí asco, para despues compender que en al muerte tambien hay belleza. 
    -Padre. Deseo interpretar un cancion que compuse. Debe ser interpretada mientras se lee un haiku muy especial. Me alagaría con ese permiso?
    -Makoto, tiene mi bendición.
    - El haiku es el pergamino.
    Mi padre afirmó. Solo me detuve delante de él, me preparé para la ejecución de la pieza mientras mi padre abría el pergamino finamente decorado. Comencé a interpretar con todo mi corazón en ello, sentía como fluia la música a travez de mi como un río, podía sentirme uno con el ser y la nada. Mi padre estaba absorto, seguía con el dedo el haiku. Al finalizar, pude ver por debajo de su mascara una lagrima caer como un perla hasta el pergamino. Presurado, limpió el pergamino con suma sutileza; corrió su mascara y delante de mi pude ver por primera vez su rostro. Secó las lagrimas y bebió un poco de te. Sentí pena por su cuerpo anciano y su rostro blanco decrepito. Mas aun, sentí pena por haber hecho esto para poder dar con el con un final digno para él.
    -Este haiku es de tu madre. Ella estaría muy orugullosa de ti hijo. Disculpame mi falta de decoro, solo es que ha tocado mi alma y por un instante sentí los brazos de tu madre rodeandome. Siempre sentí un dolor profundo que no puderas conocerla, ella era muy expacial y había sido bendecida con la belleza. 
    -Lo se padre ¿Es por ella que nos traicionaste? 
    Sin la mascara, sus pupilas se dilataron. Una toz mas fuerte comenzó a atacarlo. No se detenía. Me aserque levemente. 
    -Padre ¿Está bien?-
    -Es veneno... en el té.
    -No padre. El veneno estaba en el pergamino y al tocarlo con las manos solo lo llevaste a tu rostro. Eso no es del todo cierto, por que tambien este veneno es tan especial que requiera una segunda dosis. Esta está en el té. Se podría decir que ambos separados son imperceptible; pero juntos letales.
    Sus ojos se tornaron rojos. La respiración se hacia entrecortada. Corrió la mesa delante de él intentado acercarse a mi, no pude remediarlo y lo tomé entre mis brazos. Era mi padre después de todo y lo apreciaba muchisimo. En mis brazos se esforzó en decir sus últimas palabras: "No deberías haberme tocado Makoto. Ahora deberas llevar mi sangre en tus venas y con ella mis errores. Ninguno de los dos podemos ver a tu madre en la proxima vida, esa es mi verdadero calbario.". Comencé a llamar a la servidumbre para que buscaran a un médico, era demasiado tarde y estaba muerto. Había demostrado mi lealtad, pero había costado demasiado caro. Mi padre siempre me superó en todo, asi como yo utilicé su amor por mi madre para asesinarlo el aprovecho mi aprecio para con el para marcarme con la culpa. No pude contenerme mirar al horizonte mientras trataban de remediar a mi padre y dando la espalda susurré: "Sutil, siempre sutil es el agijon del escorpión. Gracias por esta enseñanza. No debo permitirme otro error. Esta mancha recordará mi muerte, la muerte de mi inocencia."
    Lo sucedido a continuacion fue una ejecución perfecta, el viejo Seki había vivido lo suficiente y debía descansar, tuvo un problema de salud para dejarnos rapidamente. La ceremonia del entierro de mi padre fue perfecta. Muchos miembros de la familia se presentaron, hasta el mismo daimisho y su esposa. Todos prestaron el mayor de los respetos a un samurai digno. Está de más decir que tambien fue mi obligación que nadie se enterara sobre sus actividades ilegales. Finalizado esta hermosa ceremonia fui informado sobre mi selección para la guardia personal del daimisho. Seguramente mi padre y mi madre estarían muy orgullosos.


25 de abril de 2010

Cuatro caminos y ningún final












La calle estaba totalmente a oscuras y el paisaje era tenebroso. Parecía una situación de abandono, el empedrado mojado reflejaba la luz mientras esperaba en una esquina. El frío calaba los huesos, podía sentir como me doblaba la espina y me comía por dentro. Solo podía abrasarme, en búsqueda de mi propio calor. 
    Las horas habían pasado mientras me encontraba en esa penosa situación. Miré el reloj por última vez esperanzado que eso apresurara el tiempo, pero las manecillas parecían detenidas. Esperar es una posición lastimosa, llegar temprano demuestra una total falta de aprecio por los tiempos ajenos; pero peor aún es no presentarse. Pensaba seriamente en la posibilidad de retirarme rápidamente, de irme y abandonar esa encrucijada; pero algo parecía aferrar mis piernas. La decisión  había sido tomada, involuntariamente, mi cuerpo parecía no reaccionar, el frió había hecho su trabajo. Miré el cielo en busca de una ayuda superior, de una salvación aparente, solo las estrellas me saludaron con su brillo tenue. El mundo había olvidado el color, todo estaba teñido de un tono gris. 
    "Aunque esperemos durante toda la vida siempre nos alcanza la muerte, la vida solo es una ilusión entre inexistencia".
    Estas palabras llegaron, como un susurro distante. Busque para no encontrar a su dueño. No es habitual encontrarse con unas palabras abandonadas a su propia suerte, montadas sobre una brisa invernal. "La suerte cambia de mano en mano, el tiempo es solo una percepción olvidada". Como un eco con voluntad propia, las palabras volvieron, busqué desesperado. Estaba desierto, no había nadie, solo la noche, el frío, la calle y mi sombra. Mi curiosidad me obligó a moverme, camine en búsqueda de alguien, solo viento estival respondió mis preguntas. 
    El miedo se arraigo a mi corazón, cuando la noche cubre la tierra las sombras de nuestros peores demonios acechan dentro de nuestra conciencia. Aquello a lo que más le tememos toma forma durante la noche, pero el hombre no conoce la verdadera razón de sus temores. Somos niños temerosos, solo somos pequeños animales sumidos en nuestros miedos mas guturales; el terror de nuestros ancestros de las cavernas sigue viviendo entre las modernas calles de las ciudades. 
    Esperanzado de entregarle fuerzas al reloj lo mire fijamente, intente sacudirlo para percatarme de mi error, el tiempo realmente es relativo. Mis pies, se movían para recuperar el calor, no podía sacarme de mi cabeza esas palabras, el timbre de la voz, como olvidar una voz tan parecida a la propia pero tan distinta; portadora de una respuesta reveladora ajena a las constituciones posibles de mi psiquis. Estamos sumidos a nuestro propio desconcierto, somo solo una parcialidad del verdadero hombre que podríamos ser y vivimos en un laberinto de puertas. Cada decisión que tomamos en nuestra vidas puede llevarnos por caminos distintos, cambiar nuestras sombras, para poder entender esto deberíamos poder entender el verdadero funcionamiento del tiempo y dejar de verlo como si fuera solo un río. Yo solo golpe dos veces mi reloj, pero nada. 

15 de abril de 2010

Cadenas de libertad


El hombre es lobo del hombre1

Vuela distante en las sombras ajenas. Libera tu alma del mar interior para suscribirte en problemas sin importancia. Negarse, negar; la existencia a base de preocupaciones de terceros. Mentiras para no ver.

Sueño despierto con un tiempo feliz, donde los hombres de corazones libres puedan caminar a la luz. Sueño despierto con un tiempo libre, donde los hombres de corazones libres puedan ser libres de toda oscuridad. Sueño despierto para no despertar nunca. Sueño, por que la realidad me obliga.

Mentir, mentirse

¿Cuánto tolera el género humano antes de volverse completamente loco? ¿Cuánto sufrimiento puede tolerar un hombre antes de perder la cordura?

Poco

Negamos nuestra sociedad. Negamos nuestra obligación de grupo, negamos quienes somos; negamos nuestra pertenencia absoluta. Somos parte de un todo, somos entes sociales por excelencia. El hombre jamás bajó del árbol; continuamos con nuestra estructura social primate. Y yo, veo; y yo, siento; y yo; niego. Yo solo quiero que se detenga. No más. Odio ser como soy, odio mirar, odio ser conciente, odio el mundo por necesitarme como espectador de lujo.

¡Alguien debe detenerlo! 
¡Deténganlo!

"Ariadna, no lo vas a creer. El minotauro apenas se defendió"2


1. Thomas Hobbes
2. El minotauro, Jorge Luis Borges

Manifiesto de Isla Tortuga


Nosotros, libres de toda atadura, sin tierras bajo nuestros pies, expectantes de un buen viento en popa,  en esta sagrada reunión juramos, bajo palabra de embustero, ser fieles a los versos escritos a continuación.

Nosotros aventureros, piratas, hombres sin paraderos, evocados a la mar, sin amo, sin dios, ni credo, juramos:

Como buenos soñadores dejaremos nuestra vida con la esperanza de creer ciegamente las palabras sin rostro escuchadas al azar en un rincón anónimo.

Dedicaremos nuestras vidas a nuestra necesidad de ser fieles a nuestro ser.

No tendremos bandera, credo, raza ni cadena mundana capaz de atarnos o alejarnos de nuestros sueños.

Ninguna mano, moral o amoral, tendrá fuerza para callar nuestros labios de pícaros charlatanes.

Solo tendremos nuestra mar, tempestuosa, y vientos libres.             

Nuestra suerte se equilibrará en la punta de nuestra pluma.

Desataremos una tempestad de ideas desde el papel.

La imaginación guiará nuestra pluma y la libertad será nuestro credo.

Todo será verdad y todo será mentira, no habrá realidad para quienes vivimos en la imaginación.

 La diosa de la imaginación susurrará olvidadas historias sobre nuestros hombros para nuestro goce y satisfacción.

No existirá olvido en la mar donde todo se recordará en los mapas dibujados por nuestras manos, pasados de unos a otros, manteniendo así vivo el recuerdo.

Seremos fieles a cantar una leyenda para recordar cada ocasión

Nuestros ojos ciegos verán tierras distantes mientras nuestras bocas vociferarán cantares divinos para aquellos que sepan escuchar.

Borrachos de cantares caeremos de espaldas para contemplar el infinito cielo repleto de ancestros caídos, antiguos trovadores perdidos en tiempo pasado.

Al fin juramos encontrar, con trampas, embustes y tretas, bajo una gran cruz escondida en la mar un tesoro oculto, largamente prometido, tiempo atrás olvidado, para nuestro deleite.

Solo un paso

La imagen en el espejo se distorsiona levemente, muestra mis recuerdos y el pasado vuelve. Como un río, veo pasar mis actos y visiones; pierdo la conciencia para fundirme con el todo. Puedo creer todo lo que veo, pero no puedo ver todo lo que creo. La imagen en el espejo me devolvió hoy un leve murmullo, un inperceptible sonido que me obligó a acercarme para escucharlo, decia: "Hoy"

Durante mucho tiempo he vivido perdido en el silencio, encerrado en la prisión de los prejuicios recreando en mi mente universos. Como un viejo marques, olvidado detrás de los barrotes imaginaba la historia perfecta para luego perderle en el olvido. La sensación era extraña cuando creaba ilusiones en mi mente. Podía sentir un escalosfrío en mi espalda al verlas sumergidas en el anonimato. Cuando sucedía no podía reconocer esa sensación, muchas veces mi respuesta se esconde detrase de confusos sentimientos y mi cuerpo experimenta una revolución. Es llamativo, muchas veces el cuerpo entiende mucho más que la mente; pero eso no va al caso.

Desde el día de hoy prometo regalar mis sueños, destinarlos al mundo. Siempre es preferible la libertad a la prisión. Tengo pánico sobre los pasos a seguir de ahora en adelante, pero durante mucho tiempo he estado parado en el umbral sin dar el paso indicado.