15 de octubre de 2013

Arnuald


La sala se encuentra vacía, totalmente y el silencio es casi completo desgarrado levemente por los bostezos de la calle. A la distancia puedo escuchar una suave y delicada lluvia caer sobre la somnolienta ciudad. Debe ser tarde, seguramente la madrugada; lamento no tener acceso a una ventana o a un reloj. Estos lujos se encuentran para la sala central o la sala norte refaccionada antiguamente, pero para el sur siempre lo peor. Después de todo no somos la gran cosa, el siglo 15 no parece haber estado agraciado con la presencia de las gente y el dinero es gente o viceversa. No importa realmente cuando te mantienes suspendido por un grueso clavo desde uso de la razón siempre atento a la misma sonrisa cristalina y silenciosa de mi amada. Ella mantiene mi corazón tranquilo solo con su tersa mirada.

A estas alturas debe estar por demás confundido, sin embargo es fácil retirarlo de su completo estado de estupidez. Soy un cuadro y tengo conciencia de mi propia existencia. Mi nombre es Arnuald o así prefiero que me llamen. Lamentablemente mi creador no tuvo la decencia de informar mi naturaleza, no pude conocerle. Mi primer recuerdo es aquí, durante una fría noche de un supuesto invierno. Si, lamentablemente, puedo sentir calor, frio y soledad. Sin embargo las noches son mucho más tranquilas desde la llegada de ella. Pero no me adelantaré a los hechos.

Esa noche, supongo, era como cualquier otra para el cuadro antes de ser yo. Mi primer recuerdo es borroso, sentí una molestia en el brazo derecho; seguramente por mantener una postura tan rígida durante casi seis siglos. Entonces como cualquier persona normal, moví mi brazo. Sin más, un impulso. Me sorprendí, y decidí llamar a eso que movía brazo. Sentí algo en la punta, terminaba en cinco cosas que al parecer se agitaban dándome la bienvenida al mundo consiente; las llamé dedos y al conjunto que formaban mano. Cuando se dan estas cosas, al parecer, la conciencia no guarda el sentimiento de sorpresa; al contrario. Estaba sumido en un completo estado e emoción, todo lo nuevo emociona a la gente o en su defecto a Arnuald. Continué llamando a todas las cosas que veía por su nombre. El recuadro frente a mi, cuadro; la tela sobre mi cuerpo, ropa; la cosa arriba que podía mirar con pelos, cabeza. El pintor retrató a un joven en su estudio, nada pomposo y de mediana edad. Nunca tuve acceso a un espejo pero un par de colegialas determinaron que no era muy feo en una charla frente a mi. Un grupo de niñas con hormonas en estado de ebullición no es un juez justo, pero no sentí mentiras en sus palabras y prefiero una verdad buena antes que una mala.

Cuando el museo abrió descubrí, para mi sorpresa, el exterior. Ellos pueden verme como yo puedo verlos, pero entenderán que no me ven mover. Claramente si piensa que eso funciona no presta atención a las noticias de los diarios y creo que es una persona saludable. Un cuadro capaz de moverse o hablar sería algo que tomaría por sorpresa a la humanidad. Estoy seguro que si supieran de mi existencia no dudarían en prenderme fuego. Como verá, soy un pesimista empedernido. Cuando se pasan tantos días en completa soledad encerrado en la misma habitación sin nada más que la propia existencia y pensamientos comienzan la tormenta de dolor. Pero en los primeros días todo era nuevo, todo era bueno y me mantenía positivo.
Los primeros días fueron hermosos, las personas pasaban y se paraban. Ancianos de pobladas cejas, un joven de mirada perdida, un grupo de orientales con cámaras y otros. Intenté comunicarme con ellos, pero rápidamente perdí el interese. Me centré en mi propia existencia y determine llamar al exterior, exterior. Comprendí de inmediato que era un cuadro, también que no debería tener conciencia o pensar. Inmediatamente comprendí que esa existencia de pensamientos determinaba mi propia existencia. Sin embargo el suspiro de la vida debía provenir de algún ser superior. Inmediatamente me descubrí enfadado. No podía entender como alguien podía obligar a otro ser permanecer cerrado, aislado, consiente y con acceso a un mundo de posibilidades frente a él. Era demasiado tortuoso, mostrar pero impedir tocar. Ser el paciente y tranquilo observador de un mundo mucho mas completo mientras la soledad confina y encierra al corazón en sombras. Inmediatamente sentí lo que llamé en ese momento por ira. Un odio recorrió mi espalda para recaer sobre mi puño y descargarse sobre un jarrón sobre un aparador. Para mi sorpresa, no se rompió, al caer volvió a existir. La distancia entre la sorpresa y el medio es poco.

Una idea se pronunció, inmortalidad. Me descubrí tratando de destruir todo. Nada se rompía, todo permanecía estoico. Mi interacción con mi mundo se encontraba más limitada. Me senté por horas, deseando poder salir. Hablé a la entidad pidiendo la posibilidad de salir o dejar de existir; sin embargo nada sucedió. Comencé a desear y soñar un día poder escapar de mi prisión, pero nada sucedió. También fantasee con mi propia muerte, pero le tengo miedo a la posibilidad de lograrlo. Es preferible ser torturado eternamente a eternamente desaparecer en la nada.

Las ideas y vueltas de una mente encerrada lo llevan a discurrir en los rincones más oscuros y determiné mantenerme observador. En mi limitada posición no podía mirar mucho, pero durante el día contemplé a todos y cada uno de los visitantes del museo. Mirándolos y escuchando sus charlas descubrí mi locación. Me encuentro en el ala norte del museo de bellas arte Albert Mouz en Maresh. Claramente durante muchísimo tiempo me encontré perdido hasta que fue encontrado en el sótano de un anciano que al parecer era un coleccionista que tuvo la suerte de encontrarme en un mercado de pulgas. El autor de la obra era Albert Archer, con el titulo “Joven en el estudio”. La obra estaba perdida desde siempre, se sabe que pertenece al autor por la firma sin embargo no se sabe su nombre. Al parecer el autor era un borracho que termino suicidándose por las deudas. Hasta mi “padre” decidió olvidarme, eso me generó un poco de enojo, pero mi existencia sería una constante rebelión contra mi historia.

Cuando la soledad comenzaba a arañar las paredes de mi cordura llegó ella, la dama de blanco; mi dama.
Todo comenzó con un revuelo importante, un grupo de gente con trajes se presentó pero de espaldas. Trabajaban en la pared de blanco. Comenzaron a preparar todo, comprendí; colocarían otro cuadro. Me sentía totalmente excitado, en el buen sentido de la palabra. Algo nuevo para mirar siempre sería bueno, deseaba un paisaje hermoso pero la realidad supero a mi tonta imaginación.
Unas horas de trabajo después del cierra del museo y todos se fueron a sus casas, todo menos ella. Su belleza me cautivó, amor a primera vista. Pelo negro como la noche, ojos verdes como la primavera, una sonrisa leve invitando al sutil juego juvenil de la seducción y sus rosagantes mejillas. Su Vida era mi vida, su respiración mi perdición; daría todo por ella. Mi corazón deseaba escapar la prisión de mi lienzo para vivir mil noches a su lado.

Apenas podía pensar, mis ideas se tergiversaban y entrelazaban, una tormenta se desataba en mi interior. Los sentimientos me confundían y sentía desfallecer. No podría aguantarlo más, deseaba y desesperaba con la locura de todo un lupanar. Mis deseos solo fueron eso, deseos aunque mi imaginación me regaló decenas de finales felices. Solo son ilusiones, solo eran espejismo en el desierto de la desesperación. No hay peor enfermedad para un soñador que la posibilidad de creer en la esperanza. En mi estado, en mi propia perdición no existía esperanza. Tardé casi tres largos años revolviendo en mi mente y entrañas hasta descubrir esto, no existe la esperanza para aquellos alejados de la mano del señor.

Paso los días, sobreviviendo en mi estado. Solo existo para ser el limitado observador. Contemplo sus ojos y me contento con mis suspiros, conozco la verdad sobre mi existencia pero el mundo no conoce mi sombra. Me castigo con mis propios pensamientos para descubrirme como el único verdugo de mi albedrio. Reconozco mi culpabilidad ante el hecho de soñar y me declaro culpable de ser.


Todo es en vano para mí. No existe esperanza para el ser, la existencia no es suficiente justificativo.  

29 de julio de 2013

Oráculo del silencio

Durante siete años contemplé los astros, su movimiento; danza ancestral. Ante mis ojos desnudé las verdades del universo oculta en el suspiro de una mariposa y el murmullo de un manantial. Las montañas con su andar indicaron el camino al corazón tenebroso de los hombres. Siete años tardé en contemplar la verdad y horrorizar mi espíritu con su cruel secreto.


Perdí mi nombre cuando la neblina de la contemplación me alcanzó, no recuerdo el rostro de mis hermanos olvidé mi sombra. En la cima del monte del olvido se oculta el oráculo del silencio, siempre existió y si las leyendas son ciertas ninguna mano lo construyó. Su existencia es ancestral, anterior al tiempo de los hombres y anterior de la existencia de nuestros dioses. Existe en el centro del mundo y el mundo gira en torno a su centro, en el monte del olvido se oculta el oráculo del silencio, habla a los elegidos en hermosos poemas y los atraer a sus celosos brazos para fundirlos con las piedras.


Durante siete años contemplé rodeado de los siete pilares de piedra pulidos por los fuertes y gélidos vientos. Mi cuerpo se alimentó sólo del deseo de la verdad, contemplé la vida de mil hombres, viví sus vidas y sentí en mi carne su muerte. Este cuerpo solo es un cascarón vacío que encierra a un ser infinito, este cuerpo es el cuerpo de un hombre que llegó a estas tierras del vientre de una mujer. Sin embargo su existencia es nula, ese hombre murió tiempo atrás; siete años atrás.


El destino se presenta como un hermoso tapiz y mis nudosos dedos pueden recorrer sus entrañables dibujos. Sigo sus curvas hasta terminar en hermoso arabescos, observo el infinito mar limitado de posibilidad y me pierdo en la ilusión de libertad tendida bajo mis pies. Lo simple es complicado ante los ojos mortales, dioses y hombres se retuercen en un juego arcaico de resolución finita. Mi existencia se extiende desde los comienzos y seré el espectador del final.


Mi nombre es profundo y llano como la sombra del mundo; mis ojos ciegos ven a través de la verdad hasta encontrar las mentiras. Mi existencia pasada es presente mientras vive en el futuro de lo incomprensible. Los dioses son simples mortales, hasta la muerte perecerá bajo mi existencia; estoy por encima de todo porque nadie está por debajo de mis pies. Soy el aire que respiras, el débil aleteo de la mariposa que descansa sobre el rosedal mientras dos amantes comparte un cálido abrazo a la espera de la noche. Soy el destino y mi mano todo lo cubre; mi existencia es la inexistencia para mantener la ilusión de la vida.


El destino todo lo escucha, el destino todo es en la cima del olvido oculto bajo la sombra del oráculo del silencio.


Soy el suspiro nunca pronunciado, soy todas las vidas del ser.

Soy el destino, las cadenas de la libertad.

9 de abril de 2013

Lord Benjamin Rosefield


Mi nombre es Lord Benjamin Rosefield, Conde de Arex, Duque de Norigth y antiguo maestre de la Orden de Serein. Durante mis años de servicio al Dios Emperador Assarein I adquirí poder y demostré mi valor tanto en el campo de batalla como el diplomático. El emperador me nombró maestre de la Orden de Serin como respuesta a mis servicios en las defensas de las Costa Helada contra los Nolls y durante mis diez años bajo la espada refulgente de Serein serví al sumo pontífice; Arggon IX, mano derecha del Emperador, para resolver las dificultades económicas y políticas con las ciudades estados del Golfo de Rigerreti. Todos estos logros enorgullecían mi alma y brindaban honor a mi casa; una pequeña casa noble olvidada desde las épocas de los cuatro reyes. Mis ancestros le dieron la espalda al Emperador y se enfrentaron a él, una osadía; el Gran Serein lo había aceptado en su panteón y tenía a la Iglesia a su servicio. Mi abuelo cometió esa blasfemia arrastrándose a la ruina. Mi padre permaneció en las sombras y sirvió a sus deseos de devolver la gloria a la histórica casa noble de Rosefield. Sus intenciones fueron en vano, recordaban su sangre y su lealtad no era real. Eso lo llevó a tener que entregar a su hijo luego de la batalla de Aneis donde sus tierras fueron diezmadas por Lord Simon Merien, Conde de Serex, Duque de Lerien y Merien; mi tutor.

Todo queda en el pasado, ahora soy un paria un enemigo y traidor al imperio. Diez largos años pasaron y mantienen mi cuerpo prisionero en las húmedas mazmorras de la torre de Nessier. Hoy los días se confunden unos con otros en las sombras, no conozco la luz del sol y no respiro la agradable brisa del mar. El tiempo desdibuja todo, pero los recuerdos acechan en cada rincón. Solo con cerrar los ojos puedo recordar las bestias de carga de los Nolls cargando contra mi diezmado ejército o puedo ver la sonrisa agradable de Lady Meid o los lujoso pasillos de la ciudad imperial. Estas imágenes solo me torturan y perturban, al llegar a las entrañas de la torre negra recuerdo ser inocentes; pero el tiempo me hace dudar. El emperador no puede ser tan necio de castigar a un inocente, la sabiduría del gran Serin abriría sus ojos para mostrarle su error. Estoy encerrado por mis pecados y faltas, la falta de justicia es la marca de mi culpa. Solo espero que el poderoso y misericordioso Serin se apiade de mi lacerado cuerpo permitiendo llegar a la neblina y volver con mi amada Meid.

El tiempo no existe en las profundidades de mi celda, no existe ventana; no existe el cielo. Sin el sol, sin las estrellas, sin la luna todo se confunde en la sombras. Los días solo pueden ser contados por la visita de un plato de comida entregado a través de una pequeña abertura de la sólida puerta de madera. Mi único contacto con la humanidad, con la vida; son los latidos de mi corazón y una mano.

Durante tanto tiempo no veo mi propio reflejo que olvidé mi propio rostro. La locura debería haberme liberado, pero ni ella desea mi fétido cuerpo. Solo tengo mis doloridas articulaciones y los viejos fantasmas que asolan mi mente. La vida y la muerte no parece diferenciarse, solo existo en la inexistencia. Todo se parece, todo es igual. Vivir y morir, es igual en los confines del olvido.

Una pequeña vertiente, una fuente labrada en una de las paredes de roca mantiene mi sed. El sonido del agua me permite afirmar mi tranquilidad cuando el odio desea aferrarse. La comida es siempre poca y mala, el hambre retuerce mi vientre hasta convertirse en un punzante dolor y desvanecer en todo mi cuerpo como un rafaza de luz.

Sin embargo sueño con el día cuando mi cuerpo sea trasladado al exterior, cuando mi corazón deje de latir y el fétido olor de mi cuerpo alerte a los guardias sobre mi destino. Entonces, entrarán otros hombres a mi humilde morada para subir mis restos a la superficie y enterrarlo en la tierra. Pero durante poco tiempo, durante solo unos segundos mis ojos sin vida podrá contemplar el inmenso cielo y mi espíritu será libre en la niebla.

4 de abril de 2013

Colt Detective Special .38

Introduje con tranquilidad una bala en el tambor. Empujé el tambor hasta el armazón mientras el frío metal acariciaba la yema de mis dedos. El peso del revólver generaba una calma, un silencio en la tormenta. Una pieza de arte funcional, un viejo Colt Detective Special calibre .38 especial. Durante mucho tiempo por su tamaño fue utilizado por las fuerzas de la policía hasta que dejaron de fabricarlo en la década de los ochenta. Existen casi un millón o más en el mundo, su belleza es inconfundible y su tamaño pequeño lo hace una herramienta fácil de ocultar. No pude no sonreír al mirarlo, como un excéntrico del cine contemplando una obra maestra del cine mudo. Actualmente existen las películas en tres dimensiones, los efectos especiales desarrollados por computadoras pero en lo antiguo existe una anacrónica nostalgia.

Accioné el martillo, el mecanismo de disparo de doble acción vibró. El poder de la pólvora superó al frío filo de una espada; los hombres dejaron atrás el tiempo de las batallas sangrientas cuerpo a cuerpo para destruirse a distancia, sin valor. Sin embargo existen objetos en este mundo que nos muestran el camino del hombre, su existencia. Las armas existen porque el hombre es un ser de naturaleza violenta, un animal territorial en la constante batalla de recursos. Nunca dejaremos de pelear, los deseos utópicos de pacifistas homosexuales jamás entenderán la necesidad el hombre por aniquilar a su vecino. Nuestra historia nos habla sobre diversas excusas para matar al otro. En el tiempo de las cavernas, una mujer bastaba para desatar un conflicto entre semi simios con garrotes y huesos tallados. Más adelante fue el territorio de cultivo después el petróleo. La historia se repite, no por la historia sino por sus participantes, siempre somos los mismo en las mismas historias que se repiten una y otra vez.

Los quinientos noventa y tres gramos de metal son testigos de la violencia humana. La boca del pequeño cañón de cinco centímetros es responsable de derramar sangre y nosotros lo creamos. Nos hemos perfeccionado en el arte de matar, un arte en constante evolución. El hombre, la humanidad, es capaz de matarse diez veces gracias al arsenal atómico que dominó el conciente colectivo durante la guerra fría y ahora hemos olvidado. Pero todavía tenemos esa capacidad, se encuentra dormida en el vientre de la tierra como recordatorio de nuestra naturaleza.

Somos bestias homicidas, seres capaces de matar todo cuanto esté a nuestro paso. Las fuerzas policiales usaron este tipo de revolver durante muchos años, la policía debe cuidar y velar por la seguridad de los ciudadanos; pero el costo es matar. Es necesario que un policía camina las calles armado con una herramienta que no es para protegerse, es un arma y son para matar. Muchos se confunde de la utilidad, muchos creen que un arma de fuego es una seguridad; solo es una herramienta para poder lograr el objetivo que todos los hombres debemos respeto, asesinar. Nos matamos los unos a los otros para completar con nuestro objetivo de vida. Pueden creer en esto o negarlo, pero no pueden negar la existencia de la muerte. Nosotros somos quienes nos procuramos el mal.

Despacio extendí el arma, Jhon permanecía inconsciente bajo la lluvia. Contemplé a mi enemigo y sonreí. Lamenté tener que, pero no niego mi naturaleza. Sea por una mujer, territorio o petróleo esta historia se repetirá.

Accioné el gatillo, una explosión controlada empujó mi brazo y la sangre comenzó a brotar nuevamente.

Ecos




Hace unos años, tiempo atrás; me invitaron a cuidar una casa. Unos amigos tenían una vieja casa a la venta y en Buenos Aires estaba de moda la “toma” de casas. Justo en le barrio de Flores esa nueva modalidad estaba en auge. Entonces, estos “amigos” de mi padre tuvieron la idea de pedir una persona para “cuidar” de esa casa. Yo estaba estudiando, no tenía trabajo por la nueva ley laboral que se había implementado y las políticas actuales hacen riesgoso tomar empleados entonces no tenía dinero. Cuando mi padre recibió el pedido no sabía con quién contactar y consultó a la mesa. Al ofrecerme le pareció denigrante. Es necesario entender que soy de clase medio alta, nunca faltó nada en mi casa, nada de lo importante. Pero tampoco vivíamos en excesos. Mi padre no es de las personas que le guste ser catalogado como “mal proveedor”, al contrario; no lo era. Sin embargo siempre fui orgulloso, un regalo de mi padre y siempre tuve estándares muy bajos de vida; no me interesaron nunca las suntuosas comodidades. Esto me llevó por un camino interesante, el camino de poder tener esta historia para contar.

Durante la noche, después de tratar de ofrecerse para cuidar la casa y ser totalmente denigrado por mi padre diciéndome que era un trabajo marginal decidí hacer uso de mis capacidades delictivas. Entré a hurtadillas durante la noche mientras dormían a su habitación, indagué un poco en los contactos de su teléfono móvil, sus últimas llamadas y sus contactos. Un poco de trabajo de detective y descubrí que eran los Aguirre. Eran una pareja de nariz respingada, vivían en Palermo en un departamente demasiado chico para ellos y sus dos hijos; pero demasiado orgullosos para dejar atrás las tierras de los nobles. Mi familia los conocía por mi tío, el esposo de mi verdadera tía, la hermana de mi padre. No se exactamente porque, pero me pareció una excelente idea llamar durante la noche.

Me atendieron rápidamente, demasiado rápido para alguien que a las doce de la noche debería estar durmiendo para atender sus obligaciones la mañana siguiente. Era la voz de un hombre, claramente Carlos Aguirre; la cabeza de la familia y su voz arrastraba las palabras. Claramente me sorprendió, conozco muy bien los vicios de los hombres pero poco espero encontrarme con “miembros respetables” ebrios a la medianoche.

Dije mi rango y nombre, tardó un tiempo en despertar sus neuronas; pero entendió porque lo llamaba. Tuve que llevar adelante la conversación con esfuerzo y transpiración. Terminamos de decidir un tiempo y un sueldo, todo en negro y nada de contratos formales; al viejo y querido estilo argentino. Quedamos en vernos al medio día en su oficina, me dió la dirección y descubrí para mi falta total de sorpresa que debía pagar una fortuna en alquiler. Tener una empresa pequeña de importación de basuras chinas en el medio de la capital, en el corazón neurálgico de un país pequeño y endeudado como la Argentina debía ser una pérdida. Sin embargo otra vez me dio la sensación de “escensia sobre sustancia”; era necesario simular para poder existir. Entendí que debía ocuparme de enfocar mi mente en esa premisa para poder lograr con facilidad caerle bien a este mojigato egocentrico. Entonces era momento de mentir con mi cuerpo, palabras y ropa.

Antes de dormir, practiqué algunos gestos y movimientos frente al espejo con el cepillo de dientes en mi boca. En mi habitación busqué ropa acorde a un muchacho joven, prometedor y serio. Decidí que interpretaría el papel de universitario estudioso deseoso de poder encontrar un espacio tranquilo para estudiar. No se exactamente porqué, pero determiné que cambiaría mis estudios sin decirlo; administración de empresas es una carrera respetada por los trajes. Mentir siempre será mucho más productivo para conseguir un objetivo, pero no era por eso que hacía toda esta pantomima; solo quería ver si me salía airoso. Ya había dejado de ser por el dinero, ahora era solo para divertirse a expensas de otros.

Las clases se hicieron largas, quería poner en práctica mi plan. El reloj no parecía avanzar, si es que el tiempo avanza de algún modo. Pero tanto sufrir permitió que se hiciera el medio día. Viajé en subte hasta encontrarme frente a una recepcionista de pocas neuronas y blusa abultada, algo me dio a entender que estaba ahí sentada detrás del escritorio por su cuerpo más que por su cabeza o capacidad. Me dejaron pasar. Me encontré con un hombre de la edad de mi padre. Me dio la impresión de ser de esos tipos que se cojen a la secretaria, se suben los pantalones y con la misma sonrisa besas a su mujer mientras acarician la cabeza de sus hijos.

Me dio un poco de asco, pero pude mantenerme en personaje. Encima se lo tragó entero. Una imagen fugaz de la señorita del frente comiéndose un pedazo entregado por el tipo casi me saca de las casilla, casi me rio a carcajadas de la pantomima de ser “un respetado miembro de la sociedad”; pero pude contenerme. Solo quince segundos después y tenía las llaves.

Excelente, era la palabra que poblaba mi mente. Lo mejor de todo es que cuando dije mi rango y profesión mantuve una cuota de cordura, el tipo creía que era el hijo de “Martinez” un abogado que conoció hace tiempo y que sabia de esto por la inmobiliaria “InHouse”. Verán, el nombre de la inmobiliaria lo supe por que mi padre, el del abogado me arriegué. Todos los tipos que andan bailando al ton y son de la moneda conocen abogados y saben que no deben enojarlos. Entonces solo es necesario buscar un apellido común. Esta pequeña treta consiguió en este caso particular un éxito desmesurado.

Mientras me despojaba de mi papel contemplaba la llave en mi mano. Faltaba el gran final. Me subí al colectivo en dirección al sur. Las calles perdían majestuosidad y los edificios pasaban a ser una colección de casas bajas. El atardecer cubría la ciudad de sombras cuando llegué a mi destino. Golpee la puerta desvencijada de la casa de Alberto, me atendió uno de los quince inquilinos que vivían apretados en tres habitaciones. Me guiaron a través de un paisaje barroco donde todo parecía mantener una armonía desordenada.

Alberto era un joven de mi edad, había llegado a Buenos Aires unos tres años atrás persiguiendo una suerte esquiva. Trabajaba de vez en vez cuando la oportunidad se presentaba, sin embargo tenía un excelente y fructífero negocio en funcionamiento.

Alberto compró la llave a una buena suma, seguramente en menos de dos días conseguiría cuatro veces más alquilando las habitaciones a recién llegado a la ciudad o gente que la lastimada economía dejó en la calle.

Era de noche deambulaba por las calles mientras reía a carcajadas.

Me la pueden chupar bien chupada





Bien, lo dije. Saben por que me animo a decirlo, es fácil; a nadie le importa un carajo lo que tenga o pueda decir. Verán, soy un excedente de esta realidad. No importa cuanto me esfuerce es imposible llegar a los hombres. Están escondidos detrás de una muralla de verdades que no entiendo como alcanzar a sortear. No se confundan, no es su culpa es pura y exclusivamente mía. Soy consciente que no tengo nada para decir, nada que valga la pena. Cuando hablo salen palabras de mi boca y realmente pierden sentido ni bien toca el aire. Peor es cuando llegan al taponado agujero llamado oreja, ahí seguramente ya fueron transvestidos. En fin, no soy muy bueno en  lo que hago pero lamentablemente te lo hago. Soy una especie de ornitorrinco. No si saben que es ese bicho, pero paso a explicar. El ornitorrinco es un animal feísimo, lo más parecido a una pija peluda con hocico de pato. No se sabe si es en realidad un pato cojido por un topo o simplemente un topo con ganas de hacer una broma. Estoy completamente seguro que esa banda de religiosos creacionistas (creo que se llaman así pero en realidad es mas fácil decir “esa banda de tarados que piensan que el génesis de la biblia es real y  no es una de las hermosas poesías desarrolladas por la humanidad”) debían pensar que era el boceto que Dios dejó tirado por algún lado y se olvidó de borrar.

Volviendo al asunto, soy un puto ornitorrinco. Estoy con mi cara de pato mi cuerpo de topo y soy de lo más inútil del planeta. Es más, seguramente si me miran fijamente podrían descubrir que no sirvo para nada, ni muerto. Estoy seguro que la carne del ornitorrinco debe tener gusto a mierda o chota podrida. Ni muerto tengo una utilidad, más que estar acá y hacer lo que hago. Escribir mierdas y cosas que realmente a nadie le importan. Entonces, por eso puedo decir sin miedo a ser descubierto y pronunciar la conjunción más gloriosa de palabras: “Me la pueden chupar bien chupada”

Certeza





La mañana es el espacio de tiempo más asqueroso del día. Abrir los ojos despacio, encerrado en las cálidas sábanas, contemplar el vacío de la realidad para descubrirnos prisioneros de nuestros cuerpos y la vigilia con su gusto amargo acariciando el paladar.


Despertarse es un asco, una mierda en cada uno de sus sentidos. Dormir eternamente, existir en la inexistencia de los límites de la realidad es agradable o sería un sueño. La necesidad de volver al útero, nuestro útero es soñar. Puede parecer algo irracional mis palabras, lo son. Seguramente sos un cerdo que se levanta temprano para poder vivir encerrado en un trabajo de nueve a cinco y volver a tu casa para encontrarte felizmente encadenado a una familia, hijos y deuda. Seguramente eres hueco y vacío sin sentido aparente en la vida más que gastar oxígeno. En realidad, no eres eso; lo se. Nadie es eso. Todo el mundo se siente o cree que es especial, pero no lo es. Como eres tu lo son todos los demás, solo que el temor de no ser aceptados es lo que los mantiene confinados en secretos. Bienvenido, no eres nada; solo eres uno más y se puede decir que hay diez o veinte personas exactamente a vos. Seguramente eres la copia de la copia barata de alguien que realmente funciona en función en este mundo. Seamos sinceros, nada es importante y mucho menos un individuo. Pensamos que podemos mejorar el mundo desde el uno cuando en realidad nadie le importa nada de los otros solo el uno. Somos y seremos mientras tengamos como eslabones inferiores en nuestra cadena evolutiva a los monos. Un puto mono, eso somos. Un simio encerrado en barrotes que se manosea mientras los espectadores miran y sonríen.

Despertar es lo peor del día. Tanto para vos como para mi soñar es mejor que vivir encerrados entre dolores y pesares. Entiendo mejor a los sueños que a la realidad, aunque se conviertan en una pesadilla. En mis sueños solo debo enfrentarme a mi lógica o la carencia absoluta de esta; en la realidad existen los otros humanos. Y a esos primates con altos niveles de ego no los puedo manejar o entender.

Despertar es una mierda.

Jin





“Durante una vida existen posibilidades, múltiples senderos; oscuros o luminosos. Existe la

posibilidad, sin embargo existen también senderos que llevan a parajes tan oscuros y alejados
de toda luz donde la esperanza no existe. Al recorrer estos caminos, existe una posibilidad; la
muerte.”

El barco embestía el bravío mar, abría camino con su pesado casco a través de las olas
surcando las oscuras aguas de un mar tempestuoso cubierto por un tenue manto de estrellas

pálidas. El mar y yo compartíamos un sentimiento mutuo, mi vida era un barco y yo el mar;
embestía mis recuerdos mientras me aferraba a la cordura.

Difícil es la vida para aquellos que murieron, pero más difícil es vivir conociendo tu propia
muerte. Mi semblante representaba mi estado de ánimo, los otros tripulantes permanecían

alejados y silenciosos. Ese pequeño regalo me permitió esconderme en la proa del barco. La
lluvia comenzó a caer lentamente, recorría mi cuerpo; una tormenta. Sentía las fuerzas de mi
corazón aferrándose a mi humanidad, pero torpes son los designios de un alma torturada. Me
sentía caer, sentía como los rostros desfigurados de mis víctimas golpeaban contra mi pecho;
sentía como quebraban mi débil casco hasta alcanzarme. Sentí el mar salado, mi muerte;
sentía sus muertes y sentí el frío metal arrastrándome a la realidad.

Volví a ser quien solía ser, volví al barco, volví al presente.

Mis ojos se posaron en mi mano. Me aferraba con fuerzas a una espada arcaica, desgastada y
vieja. Demasiada deslucida para estar en las cortes y demasiado raída para ser amenazante.

Sentí la empuñadura, antigua, anciana; no conocía los rostros o los nombres de sus viejos
portadores; pero compartía su espíritu.

Es difícil vivir con dos verdades, más difícil es vivir bajo dos sombras; pero mucho más difícil
es vivir conociendo tu muerte. Difícil es entender el sendero, el camino o el destino, pero más

difícil es recordar. Algunos vivimos con el yugo de nuestras vidas anteriores y sus sombras
atormentan el espíritu.

Difícil es explicar quién soy sin explicar cómo llegué, es intentar develar la verdad solo con
palabras.

Todo comenzó en una cueva oscura, alejado de toda alma humana y rodeado por el lamento
de mil almas subyugadas bajo mi mano.

Todo comenzó en una isla sin nombre perdida en un mar oculto tras la sombra de la luna
nueva.

Todo comenzó en un pequeño poblado olvidado y lejano, donde ningún alma sobrevivió salvo
un pequeño niño. Su maestro rondaba por un sendero cuando vio a la distancia las volutas de

humo. Su curiosidad o la mano de un destino extraño lo empujaron a seguir esa estela para
encontrar un pueblo arrasado. Era una aldea, algunas casas pequeñas; estaban reducidas a
cenizas. Para su sorpresa encontró a un niño, arrodillado frente a dos cuerpos con su mirada
oculta tras una mata de pelo negro y abrazado a una espada vieja. El maestro, con muchos
años que lo hacían viejo pero muchos más para hacerlo sabio entendió los designios de las
recelosas parcas.

“El joven conocería el camino, recorrería el camino”

El anciano tomó al niño como su aprendiz. Difícil fueron los primeros días, difícil fue recuperar
la mente del niño de las garras siniestras de la demencia pero el tiempo lo cura todo y el

anciano entendía del tiempo, vivía tiempo.

Permanecieron alejados del hombre, vivieron en una choza oculta tras un bosque oculto.
El niño aprendía rápido; aprendía a hablar y vivir mientras su mente se afilaba bajo la tosca

piedra de las palabras de su maestro. Las noches pasaron y los días con ello hasta que el niño
estuvo preparado.

“Volviste a nacer. Volverás a morir. Volverás a nacer”

El anciano le dio un saludo, una capa, ató la espada del niño al cinto y le regaló una moneda. Le
dijo que busque el puerto más lejano, que mire a los hombres a los ojos para ver su alma y lo

abrazó. El abrazo le dio el calor de un padre para las noches de frío. Las almas de los hombres
le mostraron la belleza y brutalidad. El puerto fue la puerta a su nuevo hogar.

Al llegar al puerto un viejo marinero lo increpó. El niño le dijo que buscaba una isla sin nombre,
perdida en el mar oculta bajo la sombra de la luna nueva. El marinero rió y se marchó. Pero

una sombra se aproximó con un gesto, un hombre cubierto por una capa y con el rostro oculto
tras las sombras extendió la mano.

El niño buscó la moneda escondida, la acarició; era el último regalo de su maestro, la acarició
para darle un último adiós. La acarició una vez más por el valor que tenía para él, por el secreto

que guardaba. Todas las monedas tienen una cara, un rostro de un viejo emperador o de un
enjutado rey o un escudo; sin embargo esa moneda tenía un tentador secreto. Su cara era
totalmente lisa. Con dolor el niño entregó la moneda a la sombra y esta le indicó el camino a
un viejo barco.

El mar contempló con recelo el barco y decidió probar su madera, con una tempestad intentó
evorar. La débil embarcación parecía zozobrar, pero la tripulación permaneció silenciosa. Sus

voces calladas contaban a gritos historias de sirenas, monstruos de mar y tesoros perdidos.
Cuando todo parecía perdido, cuando las maderas quejaban ante los ojos espectadores de una
tripulación forjada del más templado de los aceros la tormenta amainó. Una silueta se dibujó
en el horizonte, una silueta rodeada de sombras, una isla suspendida en el reflejo de una luna
negra.

El corazón del niño se detuvo cuando el barco atracó. La pasarela se extendió para robarle el
último aliento. Desprovisto del poder sobre su cuerpo caminó hasta alcanzar la costa. La isla

era solo una roca suspendida en el mar una noche oscura, las sombras parecían acecharlo
mientras se dirigía al centro, mientras se dirigía al vació que sentía en el interior. No podía
detenerse, necesitaba mirar; necesitaba sentir.

Camino a través de las afiladas piedras, caminó hasta el corazón de las tinieblas, caminó hasta
encontrar un templo en ruinas. Solo eran piedras negras rajadas, solo quedaban algunas

columnas en píe y en el centro un hombre. Su cuerpo cubierto por una capa negra como la
misma noche se movía con vida propia y reflejaba el cielo enjutado de estrellas moribundas. Su
rostro cubierto por una máscara de tinieblas.

“Llegas a nosotros como un hombre. Morirás ante nosotros como hombre. Renacerás para
morir con cada víctima”

El niño desconocía los secretos, pero conocía la voz; conocía a su maestro. Se arrodilló ante
él y entregó su alma a la “Hermandad”. Existen desde siempre, desde la primera noche que

se conjuró el primer asesinato. Sus manos teñidas de sangre abren el camino del destino y
las parcas rigen su espada. No tienen rostros, no tienen nombres; solo se los conocen como
la Hermandad. El niño fue recibido como uno de ellos, su nombre murió, su rostro murió y
renació un Hermano.

“Por los mellizos desolladores, busco la sangre”

La noche era eterna en la isla sin nombre, eterno fue el castigo. Su sangre brotó de las heridas,
cada golpe lo empujaba a su destino. Su cuerpo se fundió con las sombras para convertirse en

el grácil viento. Sus ojos se bañaron en la tenue luz de la estrellas para encontrar los oscuros
senderos. Su espíritu se consagró al filo de la espada.

Mil noches, mil sufrimientos. El niño murió, de su cuerpo surgió un hermano de la sangre.

“La luna del cazador guiará tus pasos. Toma tu alma y rige el mundo de los vivos como
hermano. Bebe la sangre de los traidores con tu espada. Busca la sangre, cazador”

El joven volvió entre los vivos, era una sombra, un hermano. Vivía para la caza, vivía para
la humanidad y su consagrada causa. Entendía el valor de cada vida, recordaba cada rostro

y revivían sus pesares. Todo hermano vive del dolor, todo hermano recuerda cada víctima.
El maestro, el hombre que mora la isla demandaba sangre; los hermanos brindaban. Como
sombras llegaban a las puertas, como bestias arremetían.

Las sombras no habían devorado al hermano, la duda comenzó a crecer con fuertes raíces en
su corazón. El temor lo abrazaba, cada víctima cuestionaba el corazón del cazador.

Una noche el “Nombrador” dijo un nombre, el Hermano fue enviado a matar. Era un
muchacho, solo un joven de pocos años. No podría tomar su vida, su espada no podría beber

su sangre. Él lo sabía, pero decidió ver. Frente al joven comprendió, entendió la maldad de
sus hechos. Entendió como sus manos manchadas de sangre eran el designio del dedo de
un hombre; no el deseo de las parcas, el deseo del destino. Los hombres no son sabios y
ningún hombre puede valorar la vida de ningún hombre. El horror se apoderó, las sombras
desgarraron su corazón y el niño sobrevivió.

El día es una tregua de la batalla entre la luz y la oscuridad. La oscuridad busca la oscuridad. El
hermano no era más un hermano, no era más el niño; solo era la culpa, la oscuridad. Escondió

su hendido cuerpo en una cueva oscura, lejos de todo dejo de luz solo lo acompañaba el
rítmico sonido de una gota al caer, un manantial. Mil días permaneció en silencio, mil días
permaneció contemplando los rostros de cada víctima, mil días sintió su dolor. Un día después
de mil días comprendió.

“Tomo mi espada y sello el dolor que produje. Silenciare su gélido grito desgarrador. Sobre mi
propia sangre lo sello, sobre mi propia carne la cubro. El dolor producido no tendrá remedio.
Toda vida es invaluable pero el destino es remediable”