27 de agosto de 2014

Dios y el grillo

Hace mucho tiempo, antes que el tiempo sea tiempo existía un dios aburrido y cansado. Había creado todo en el mundo; la luz y la oscuridad, la felicidad y la tristeza, las bestias y las plantas; el cielo y el mar; las montañas de raíces profundas y las nubes blancas. Todos los días caminaba su creación, todos los días deambulaba meditabundo, aburrido y triste.
En todas su creación no encontraba felicidad. Con sus tiempo libre seguía creando; un ave o un pez, a veces solo una ramificación de un pequeño nogal. Sin embargo, en su mundo, en su inmensa creación no veía nada propio. Intentaba día a día, intentaba sin poder encontrar su propia felicidad. Los animales, las plantas rebosaban de vida; cantaban alegres y vivían dichas vidas. Morían y vivían gracias a la gracia brindada por su bondadoso dios.
El dios cansado y tedioso siempre dormía sobre la misma pradera verde acunado por una dulce brisa mientras las flores silvestres los envolvían en dulces aromas. En silencio lloraba su pena y su dolor, solo sabía crear y crear; vivir para su creación sin formar parte de ella. Un dios no muere, un dios solo es una extensión de su creación en la naturaleza omnipotente, no podría ser como ellos, ante sus ojos era el superior y su superioridad su inferioridad. Se sentía solo, sin nadie a quien amar.
Una noche cálida de primavera bajo la tenue luz de luna llena un ruido llamó su atención, apenas un susurro. Se paró, con calma se buscó y encontró; un pequeño grillo recostado sobre las hojas tiernas cantaba contemplando el firmamento anonadado por su belleza.
-¿A que se debe tanta alegría pequeño?- preguntó el dios
-No es alegría, es tristeza; pero de la triste feliz, de esa tristeza que alegra el alma.
-No existe la tristeza feliz, solo la felicidad y la tristeza; lo dispuse y es.
-La tristeza puede ser dicha y la dicha tristeza- contestó el pequeño grillo
El dios se sorprendió de la osadía del pequeño, nadie lo contrariaba porque el era el dios; pero eso lo aburría y tediaba. Pequeño e insignificante ante su majestuosidad el grillo no sentía miedo o pudor, el grillo hablaba con el corazón y nadie debe negar las palabras con buena intención pronunciadas sea dios o pequeño animal.
-No encuentro sabiduría en tus palabras pequeño grillo. Las cosas fueron creadas como son. No existen dos colores negros, solo un negro.- dijo el dios sin simular una sonrisa.
-Hay tantos negros como personas ven el color. Para algunos es terror o la noche, para otros un recuerdo de un bello sueño y para otros tal vez sea un tierno beso. Para mi el negro es la cueva donde mi madre cantaba mientras yo siendo niño apenas aprendía andar.
-Para ti toda tristeza es alegría.
-No mi señor. Esta tristeza de embriaga mi corazón es alegría; es la tristeza de la muerte de mi padre, un profundo pozo de aguas frías. No volverá y no podré hablarte más; no escucharé sus sabias palabras y no podré mirarle más a sus ojos para ver en su reflejo el pequeño niño que fui alguna vez.
-La muerte de tu padre es triste, puedo escucharla en tu voz, una tristeza profunda y repleta de dolor.
-Dolor, pena, tristeza y más mi señor. La muerte de mi padre es cosa triste y ella me brinda alegría.
-No entiendo pequeño. Alegría en el dolor.
-La vida no sería vida sin la muerte, la muerte es bella porque es el final de la vida. Mi padre no estará mas para mi, pero yo sí estaré para él, en mis recuerdos lo contengo. Su muerte es bella porque es parte de la vida y la vida es bella. Sin ella la vida no tendría sentido, la felicidad sería cenizas en mi boca porque cada instante no valdría la preciada joya que es.
-No entiendo pequeño

-Claro que no entiende mi señor, usted es sólo un insignificante dios.

14 de agosto de 2014

Tertulias

Me desperté borracho y asustado, una mala combinación; todo daba vueltas, la cabeza dolía y mi boca estaba seca. Las resacas son espantosas, el cuerpo parece indigno de toda acción, los músculos duelen, respirar duele, punzadas, pérdida de fuerza. Siempre lo peor es la cabeza, los ruidos, más leves que sean, parecen estruendos de violencia descomunal. Todo hombre sobrevivió a una mañana de borrachera, es un rito habitual que se repite constantemente.

No habla muy bien de la humanidad repetir un ritual tan denigrante, sus miembros demuestran un completo desinterés por su supervivencia. Existen algunos dignos que son capaces de vivir largas vidas sin tocar el alcohol, pero difícil es para aquellos que viven en la sociedad. Es lamentable, la vida entre los hombres; la vida como un humano socialmente saludable nos obliga a intoxicarnos.

Abrazado al inodoro mientras mi cuerpo convulsionaba entre vómitos comprendí una verdad a medias. La noche anterior había desaparecido, no existía; no había nada, solo estática. Me senté en el frío suelo de cerámicos blancos del baño. Cerré mis ojos, hice fuerza; no había nada. Recordaba salir del trabajo el viernes por la noche, mi jefe había viajado a una convención de conchas en Mar del Plata, una reunión de ex compañeras; para hablar sobre ex maridos y pavonearse de éxitos; como despedida me dejó un proyecto sin terminar que debía entregar con suma urgencia. Obviamente, juntó polvo durante un mes en su escritorio y decidió solo darle una semana al mugriento pasante. El crédito es del rey, los peones se desangran en el campo de batalla.

Dormí poco, comí peor y el trabajo estaba terminado. Mi seguridad laboral se mantenía intacta, la agria arquitecta podría regodearse de laureles mientras yo podía pagar mi alquiler. El viernes fue un espacio para relajarse, sentía las cadenas libres; el celular sonó, era un mensaje de Polo. Habían pasado tres largas semanas sin tener noticias de mi único amigo, no soy de los que cuidan la amistad como un jardín; soy del estilo de baño público, solo visito cuando hay urgencias.

Polo es un personaje singular, desde el primario lo fue; hijo de madre soltera desarrolló durante la adolescencia una conciencia vegetariana, pacífica y hippona. Es de esos mugrientos que se pasan las tarde por los parques hablando de la importancia de los árboles y los pajaritos. Muy extraño que parezca, somos extremadamente diferentes; mi cuerpo es un templo de comida grasosa, café mugriento y con pocas horas de sueño. Nos conocimos como se conocen tantos, en primer grado la maestra nos sentó mujeres por un lado y hombres por el otro; en orden alfabético; Polettti, quien les habla; Polkosnik, el Polo. Nuestra maestra de primero, Hernestina, nos enseño cosas muy importantes; se puede trabajar en un trabajo odioso hasta cumplir los sesenta, que se puede usar dos culo de botellas como anteojos y que la amistad. Verán, en secreto nos reíamos de la vieja Hernestina; su quijada prominente, sos ojos pequeños detrás del cristal y su voz chillona. Entre chiste y chiste, descubrimos un campo en común entre Polo y yo; las bromas.

A partir de ese año, caminemos juntos; pasamos la primaria y durante la secundaria terminamos de afianzar el lazo. El tiempo es tiempo, yo me inscribí en la facultad de Arquitectura y el Polo siguió en sinuoso camino de la actuación. A partir de allí descubrimos las distancia y el silencio; trabajo y obligaciones nos fueron distanciando; también yo era el principal culpable, no tenía tiempo entre el trabajo y la facultad para el Polo que parecía ser un espíritu libre. Se podría decir, que perdíamos lentamente la amistad. De hablarnos todos los días pasamos a una vez por semana y después una vez por mes. Peor fue la época Azul del Polo, durante seis meses salió con una feminista demente teñida de Azul. Tuve un incidente que me gusta denominar, “Vagina Dentada”. Con el Polo habíamos quedado en ir a ver una película de cine z con monstruos de plástico y con su típica escena de “mujer gritando con pechos al aire”; lamentablemente Azul (no recuerdo su nombre real) se interpuso. La demente, era una entusiasta del arte y obligó al Polo a ir a una muestra en un museo. Para no dejarlo solo y como no nos veíamos hace tiempo los acompañe. La señorita ya me tenía idea, era vegetariana de esas que son pasivos agresivos con los no vegetarianos; durante todo el viaje del colectivo me explicó como funcionan las granjas de pollo mientras yo intentaba, para mis adentros, recordar la marcha peronista. Entre “los muchachos peronistas” y “viva perón” decía un “aja”; claramente sabía que no le prestaba atención y unas pequeñas llamas parecían emanar de sus ojos. Polo notaba la tensa situación, estaba demasiado prendado de la flaca y necesitaba mantener las aguas calmas; intentó por varios medios desviar la conversación pero Azul seguía insistiendo. La cosa se puso peor cuando llegamos a la muestra, era una mierda. Recuerdo estar parado frente a un cuadro titulado “Desesperación”; el muy patético del artista había pintado todo el puto lienzo de rojo. Era un gran cuadro rojo colgado en una muestra “importante” de arte; no pude contenerme y se me escapó un “El otro día tuve diarrea y me salió algo parecido; no me dió para colgarlo”. La broma no era mala, era del estilo guarro-chavacano post contemporánea que compartimos con el Polo; Azul se puso roja. Cuandos las mejillas de la vaina de pene del Polo comenzaron a cobrar color entendí el título de “Desesperación” y para empeorar a Polo se le escapó una risa. La cosa fue para peor, empezó a gritar y mover la boca; yo solo llegué a darle el pésame a mi amigo con una mirada e hice el internacionalmente gesto de “me voy a la mierda”. Después del incidente, no hablamos por los otros tres meses que duró la relación.

Sentado en el baño, busqué mi celular. No había fotos comprometedoras y la última llamada era al Polo a las dos de la mañana. No tenía sentido, habíamos quedado en el bar “Tertulias” que estaba a dos cuadras de mi trabajo; en Belgrano. Nada, estática. Llamé al Polo, tono de espera y no contestó. Consideré que si yo quedé arruinado también podía pasar una situación similar. Dejé pasar el pánico y decidí ver si me heladera todavía escondía algún tesoro. En la pecera el goldfish nadaba boca arriba, tenía que comprar uno nuevo.

Llegué a la cocina y abrí la heladera.

Y ahí estaba, contemplando; un pollo abierto, crudo, sin piel, con sus patas abiertas. Los recuerdos volvieron como un torrente, la conchuda de mi jefa en una cama de hotel, simil posición; arrugada y esperándome.

El celular vibró, un mensaje; “Perdón que no pude ir, me reconcilié con Federica”. Azúl se llamaba Federica, más recuerdos.

Mis ojos desorbitados buscaban donde agarrarse, todo daba vueltas. El celular volvió a vibrar; “La pase muy bien ayer ¿Tenes algo para hacer hoy?”, el contacto decía “Jefa”. Todo volvió, esperé al Polo; era tarde y estaba sentado solo en mesa del bar, había pedido un par de cervezas de más, después pasé a la artillería pesada, vodka. Sabía que era demasiado, pero la vista era mala, desde mi mesa se veían parejas. Me sentí solo, pedí otras copas más; pedí mi némesis, tequila. Desprotegido, débil y mal herido; me encontró mi jefa. Me contó que tuvo que volver antes porque no toleraba ver a los ojos a su mejor amiga y recordar que la había engañado con su marido. No aguantó más, no quería volver a la casa a simular y decidió pasar por la oficina, pero sentía sola y con ganas de tomar algo para ahogar las penas. A partir de ahi todo salió mal, la soledad no se mezcla con alcohol; demasiado explosivo. Me arrastró a un hotel cercano; mil lágrimas surcaron mi rostro.

“El olvido es una bendición para los hombres” dije con dolor en el alma.
“¿Cómo mierda salgo de esta?” le pregunté al Goldfish.

6 de agosto de 2014

Entrar afuera

El reloj marcaba las tres y media, pero en realidad era más tarde. Timoteo siempre tuvo la mala costumbre de retrasar los relojes de la casa; decía que era “para ganar algo de tiempo”. Muchas veces las cosas que Timoteo decía o hacía no corresponden a lo que realmente hacía o decía. Algunos entendidos en la materia, dirían que es un disléxico de la acción; no es un pecado decir algo y hacer otra cosas. Al contrario de lo que piensa el consciente colectivo, es habitual caer en ese pequeño errorcillo. Sin embargo, Timoteo era un exaltado en la materia, un inventor de nuevos métodos, un genio en su género y un hombre fuera de serie.

Recuerdo esa extrañas vacaciones cuando lo conocí en las playas de Necochea. En esas épocas, era un joven de unos veintipico de años; la facultad me tenía a mal traer y mi cabeza parecía no conocer el norte. Ese verano, decidí viajar y relajarme; encontrarme nuevamente. En el fondo, estaba diciendo algo y esperaba otra cosa; en realidad lo que necesitaba era un nuevo par de piernas para olvidarme de Ernestina. La suerte, tanto mala o buena; me cruzó al orejon, narigón y extravagante Timoteo. Por extraño que parezca, no me arrepiento.

A fuego se grabó nuestro primer encuentro.

Caminaba por la playas enormes desoladas; no era un día para playa; en los quince días de mis vacaciones ni un solo día lo fue, frío y nublado, una mierda realmente. Cansado de perder tiempo sentado en la puerta de la carpa que le pedí prestada a mi hermano en un camping donde la guitarra de hippies no para de desentonar la misma canción sobre arañar piedras y una balsa de mierda; salí a caminar. Cuando uno está en un lugar turístico frente al mar, termina caminando frente al mar; es tonto no hacerlo pero también no preguntarse por qué no ir a otros lugares.

Mientras andaba, con frío; mojado por esa lluvia que no se decide si mojar o escupir encontré a Timoteto. Estaba sentado sobre la escollera, en un banquito con una caña de pescar y en malla. El joven parecía no entender el clima, sin embargo su cuerpo le mostraba la realidad; sus labio estaban morados, su piel como una gallina y tiritaba. La imagen me preocupó, temía que se tratara de un paciente de un nosocomio y sentí un poco de responsabilidad cívica. Obviamente, la primera idea fue salir y dejar al hombre morirse de frío, la hipotermia es cosa seria pero más serio es terminan complicando la vida sin necesidad; pero algo me dijo que me acercara.

-¿Qué estás haciendo?- dije mientras intentaba aproximarme saltando sobre las piedras mientras el mar embravecido embestía las rocas.

-Pesco- dijo Timoteto con total tranquilidad mientras sus dientes chirriaban.

-Pero el clima, el frío y... ¿Porque así vestido?

-Es verano, hace frío; acaso la gente cuando hace frio no se abriga. Pescar me aburre increíblemente, por eso decidí venir aquí. En realidad prefiero la cordillera al mar, pero después de todo me regalaron un pasaje a La Falda; sin embargo me gusta eso de andar de prestado; entonces me pagué un pasaje en tren a Necochea, caro sin necesidad, para encontrar un espacio tan hermoso como el mar que tanto odio. Mi tio se ahogó en el mar, lo quería mucho al desgraciado ese.

Esas fueron las primera palabras que compartí con él. A partir de allí fue todo cuesta abajo, ya sea por obligación moral o gusto terminamos amigos. Estoy totalmente seguro que él me odia con todas sus entrañas, pero no puede no considerarme su amigo.

Hay personas singulares y plurales, Timoteto es uno más del montón.