28 de julio de 2016

Lágrimas en silencio

Lágrimas en silencio

Las lágrimas silenciosas caían sobre su falda. Inmersa en la tenue luz de la tarde, sus penas revivían. La vieja alegría relucía sobre la mesa; vestigios de la cena. La alegría de sus invitados no pudo ser transmitida a su viejo y marchito corazón.
Esa tarde, mientras preparaba todo, era un vértice de vida. Las ollas a su alrededor burbujeantes, un aroma dulzón reinaba en la cocina; junto con su melodía preferida. Nadie podría decir que ella encerraba en su interior tal amargura, como una roca encierra en su inexpugnable vientre una oscuridad absoluta.
Las penas volvían lentamente, no podía controlarlas. Viejos recuerdos que siempre intentaba olvidar. Había inventado muchas tretas para engañar su corazón, las expresiones de su alma. No podía permitirse sentir. No podían verla triste, pero año a año este recuerdo regresaba con mayor intensidad. Cada una de sus estratagemas fallaba ante el reto del tiempo.
-Los años no vienen solos, simplemente necesitan la compañía de lo peor de la vida. Es una vieja máquina que necesita engrasarse; y no tiene mejor idea que usar lo más oculto de la memoria. No pudo controlarlo. Ya no es como antes. La alegría de los otros no alimenta, solo es un goce hurtado. No es como era, no puedo alimentarme de sus ánimos ¿Cómo haré con esto? ¿Cómo controlaré mi espíritu? ¿Qué dirán los otros? ¿Qué dirán los vecinos?- dijo en silencio.
Tapó su rostro con sus manos, intentaba ocultar su vergüenza. Se esforzaba en presionar las lágrimas para que no fluyeran más. En su interior, pensaba con violencia, consternada de su actitud: “Debo controlarlo. Debo controlarlo”
Navidad triste. Recuerdos que vuelven. Lejanos pesares. Aquellas cosas de las que me arrepiento atacan, pero peor es la culpa de aquellas cosas que no hice por miedo o el qué dirán. La posibilidad, la falta de una resolución y “que tal si” me tortura. En un hecho pasado lamentable, solo queda la culpa y un gusto de pérdida en la boca. Pero en un acto que no cometí por miedo, es otro el pensamiento. Es lamentable, me odio por ello. Esto demuestra que mi peor enemigo soy yo, y todo lo que estoy dispuesto a hacer para mantener mi lamentable posición. Tal vez pueda hacer algo para poder cambiarlo todo, pero no tengo el valor. Jugar lo la vida de uno, con el cuello no requiere nada más que un pensamiento completamente alterado por la posibilidad. Subirse a un puente para tirarse atado solo por lo pies, en la búsqueda de una explosión de adrenalina; sin embargo… cuando se refiere al corazón las cosas son diferentes. El qué dirán, la imagen que tiene de mí puede modificarse y ante sus ojos desnudar quien verdaderamente soy. Sentir su desprecio me contiene, amarra mis actos y limita mi posibilidad. Todo está dispuesto para hacer de mí un simple humano que lamenta a la infinidad de las posibilidades y ante la posibilidad nunca antes resuelta.
Un baile donde conoce a un hombre del cual se enamora perdidamente y ella decide en función a los caprichos de su madre. Niega sus sentimientos, le hace caso a sus pensamientos y por eso se pierde para siempre su posibilidad. Vive una vida de fachada, de mentira, la esposa perfecta hasta la muerte y más allá. La puerta golpea, llega el hombre que ama a la puerta esa noche de navidad y lo vuelve a rechazar por segunda vez, “demasiado tarde” le dice.
Negarse, negarse los impulsos por vivir la vida que otros han planeado para uno. El más triste de los pecados que se puede cometer, negar la existencia de un yo, negar la naturaleza en pos de un sedentarismo cómodo, por miedo a no arriesgarse.