10 de diciembre de 2010

Muerte en un almacén

    Por una suerte del destino, esa noche, recibí la llamada de un viejo amigo, Jhon. Acordamos encontrarnos en la puerta de un bar de los barrios bajos. El reloj marcaba las doce, la media noche, la hora del cazador. En el cielo una luna llena irradiaba con su luz espectral y los fantasmas del tiempo pasado asechaban entre las sombras. Volver a los barrios de mi infancia siempre revive sensaciones amargas. 
    Nacimos y nos criamos juntos, eramos peligrosos. Nuestras madres eran compañeras de trabajo en un prostibulo de mala muerte hasta que un incendio nos dejo huerfanos. Esa noche marcó nuestras vidas y unió nuestros caminos. Vivimos al límite en busqueda de esa vil moneda. Mi adolescencia no fue buena, sin posibilidad de conseguir trabajo respetable solo quedó la delincuencia y con Jhon formábamos una pareja imbatible. Muchos matones menores, narcotraficantes y proxenetas contrataban nuestros servicios. El tiempo pasó demasiado rápido y juntamos demasiados enemigos. Decidí alejarme un poco del sur, probar suerte en el centro. Pocos meses después ya podía mantenerme a flote y dejar mi pasado oscuro olvidado. Sin embarho, Jhon no tuvo la misma suerte; amaba el sur. En reiteradas oportunidades le ofrecí trabajos muchos más limpios, solo los rechazaba con cortesía. Intenté hacerle entender que sus reflejos no serían eternos y el tiempo cobraría sus deudas; pero Jhon es del tipo de personas que no sabe darse por vencidas. 
    -¡Un gusto verte viejo amigo! Ha pasado demasiado tiempo- escuché la voz afable de Jhon.
    -¡Jhon! Te mantienes muy bien.
    -A mi me pasa lo contrario, cuando te miro a la cara veo cuanto he envegecido
    Una sonrisa, un abrazo y descendimos al "infierno". El viejo bar del infierno, es un territorio peligroso si no sabes con lo que te enfrentas. Es un viejo subsuelo arrendado por un narcotraficante retirado, el viejo Tom. La edad le porporcionó sabiduría y esos contactos para poder mantenerse al tanto de información delicada. Es de tal importancia este santuario para los bajos fondos, para los delincuentes en busqueda de trabajo, que lo respetan. Solo hay una regla, es territorio neutral. Cuando llegamos al piso inferior, sentí como regresaba el tiempo atrás; todo estaba exactamente igual. Jhon me indicó una mesa en un rincón y al pasar por la barra le pidió a Tom un par de cervezas. Nos sentamos uno frente al otro, cara a cara; como en los viejos tiempos.
    -¿Qué cuentas? - pregunté
    -Nada nuevo. Ultimamente el trabajo escacea un poco, pero mi reputación obliga a los clientes a pagar bien. Todavía estoy buscando mi jubilación.
    Solo necesité dos palabras de Jhon para percatarme.
    -Estas trabajando ahora mismo. Esa mirada la conozco.
    -Si y tu conmigo.
    -No, Jhon. Yo no hago más estos trabajos.
    -¿Acaso vas a rechazar un pedido de un amigo? ¿Tanto te ha cambiado el mundo para ricos?
    -No has pedido nada.
    -¿Me ayudas?
    -Si.
    Solo necesitó un beso Judas, a mi una afirmación y mi juramento de no volver a esta vida de peligros se fue al cuerno. Es mi mejor amigo y no podía rechazarlo. Sin más, me puso al corriente; estabamos esperando en el "infierno" la aparición de un dealer de nombre Alex. No era la gran cosa, solo un peón en el tablero. Debíamos hacerlo hablar, tenía que informar sobre la localización de un cargamento. En un primer momento tenía pánico de haber olvidado como se hacía, pero descubrí mi error. Este tipo de cosas, son como andar en bicicleta; no se olvidan. Lo identificamos, lo seguimos y cuando no había testigos lo alcanzamos. Un buen golpe y estaba dormido en la calle. Jhon trajo su camioneta, lo subimos y salimos. Nadie nos vio.
    Llegamos a una vieja fundición abandonada. Entramos sigilosos con el paquete amordazado y bien sujeto. Jhon dejó su arma sobre unos barriles mientras me ocupaba del Alex. Lo preparé como era la costumbre, unas cadenas a las muñecas para sujetarlo a una viga, sus pies no llegaban a tocar el suelo. Unos golpes leves en la mejilla para despertar a la bella durmiente y el show estaba a punto de empezar. Por un momento sentí remordimiento por el gusano, pero recordé el viejo dicho: "no hay inocentes en el sur".
    Cuando abrió los ojos tardó unos segundos en percatarse de su precaria situación. Comenzó a murmurar sobre un dinero, Jhon se bendaba las manos. Decidí asumir del papel de espectador. Sin mediar palabra comenzó la brutalidad. Parecía un entrenamiento de box, golpe tras golpe nuevas heridas se abrían. Para poder ablandar escoria es necesario no mostrar piedad, pero la falta de costumbre, a este tipo de espectáculos, me obligó a detenerlo.
    -¿Dinos del cargamento? ¿Donde esta?
    Jhon jadeaba agotado, casi al límite. Sus puños ensangrentados permanecían tensos. Alex estaba mucho peor, su rostro cubierto de sangre, algunos cortes en la cara, sus muñecas en carne viva y un tabique roto. Era duro el muchacho, había que reconocerlo; no mostraba signo alguno de debilidad, permanecía estoico.
    -¿Dinos del cargamento? ¿Donde esta? - volví a preguntar.
    Por un momento sentí lástima, abandonado a la suerte de dos matones violentos, morir en un sitio como este. Impulsado por mi buena voluntad, mis deseos de volver a mi vida normal y dejar el sur atrás, sacudí un poco al joven. La acción tuvo su reacción, pero no la indicada. Una mueca siniestra se dibujó en el rostro del muchacho; tuve un mal presentimiento.
    -Tu eres "el" amigo de Jhon. Me siento orgulloso de ser parte de esto, de ser parte de este plan, de matar a uno de las leyendas vivientes del sur.
    Algo me dijo, en mi interior, que debía girar; pero la imagen no fue nada agradable. Jhon, con su arma en la mano; dos refucilos y mi muerte. 

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