8 de diciembre de 2010

Secretos en las tinieblas


La casa de té era un hervidero, podía sentir los olores y el aire era pesado. Una tormenta de verano me había obligado a esperar. Desde mi mesa, solitario, podía escuchar todas las conversaciones y disfrutar del paisaje. Dos mercaderes discutían acaloradamente sobre el valor de un saco de arroz, una pareja de ronnins miraban con un semblante serio un mapa viejo, dos campesinos comían sin mediar palabra mientras un músico ambulante ejecutaba pobremente un samisen de excelente calidad, pero nada de esto llamaba mi atención. Estaba encerrado en mis recuerdos, contemplaba mi destino. Volvian las imagenes, lentamente, como en un sueño, podía palpar el pasado.


    Descansaba sobre una roca, esperaba pacientemente la inspiración de un bello cerezo mientras ejecutaba una melodía olvidada con mi flauta. Mis ojos cerrados, el viento susurraba a su amante su belleza, sentía mi cuerpo ligero como una pluma y fluía a travez mi la música. Llevaba dos años al servicio de mi damisiho preparaba mi cuerpo y espiritu para servirle a la causa de mi familia. Al dejar mi hogar, todo parecia superfluo, mi niñez carecía de importancia y abracé la filosofía de mis ancestros con suma facilidad. Mis maestros se sentían orgullosos de mis habilidades mientras crecía en conocimientos. Me sentía comodo, muy tranquilo, algunos jovenes como yo no tenían esa destino. Mucho alagaban  a mi padre por mis logros, y la corte me reconocía como un hijo digno. Se podía escuchar rememorar la belleza de mi madre, desconocdia para mi, mientra se lamentaban su perdida. En los pasillos del castillo podía escucharse murmullos diferentes. Nada malo se decia de mi sangre, de mi padre y de mi madre. Era demasiado perfecto para un miembro de la familia; mi corazón temía por un peligro subyasente en esos alagos. Mis pensamientos volaban libres con el viento, cuando una voz carrasposa me sustrajo de mi ensoñación.
    -La belleza es un bien efimero, solo la sangre es perdurable.
    Reconocí su voz y mi cuerpo se tensó solo por un momento. Respire despacio para controlar mi corazón, despacio, traté de ocultar en mis gestos lentos y medidos mi estado, guardé en el estuche la flauta. La parsimonia pausada otorgó el tiempo necesario para tranquilizar mi conciencia y afilar mi mente. Al girar, el daimisho del clan me miraba.
    -Shoju Dono- mi rostro bajó en una reverencia larga para continuar - la belleza es el más peligroso de los elixires. Es superflua, pero alimenta el corazon de rokugan. 
    -Makoto. Puedes pararte, mi acompañante para la visita de los jardines falto a su cita y siempre necesité de otros para comprender la verdadera profundidad del estanque de la belleza
    Me levante lentamente, guardé en mi obi el estuche nacarado para caminar juntos por los parques. No podía percatarme de la presencia de su guardia, pero deseaba que se encontraran escondidos o en caso contrario corría peligro. El silencio se prolongó demasiado mientras nos adentrábamos en los confines de los hermosos jardines. El atardecer teñia todo de rojo, tiempo atras quedó la primavera para permitir el paso del verano.
    -Todo es un ciclo- susurré levemente con la intención de percatarme del interes de mi damisho para conmigo.
    -El invierno trajo la muerte, la primavera la vida, el verano las cocechas hasta volver nuevamente a la muerte
    -Si Shoju Dono. Todo cumple un ciclo
    -Tambien con las personas. No siempre aceptan el destino, pero en ese ciclo se puede encontrar la belleza.
    -Hi, Dono. Tragué saliva, despacio, para no mostrar debilidad. Temía por mi vida. Continué con mis palabras, para poder descubrir la verdad detras de la mascara. -Yo, he vivido igual. Soy joven, solo cuento diecisiete primaveras, pero mi madre murió trayendo un invierno a mi padre y de su muerte nací yo, Como una primavera, traje luz nuevamente a una casa apesadumbrada. Dejó marca para toda la familia ese invierno, la muerte de mi madre, pero como la primavera mi nacimiento trajo alegria y un deseo de vida. El verano, ha madurado los frutos y espero continuar nutriendome bajo la luz para poder ser un fruto madruo para el bien de la familia y el imperio.
    Pude percatarme con el ravillo del ojo, detras de mi mascara de porcelana blanca de una leve afirmación. Shoju se detuvo delante de un estanque, cruzo sus brazor por detras y dandome la espalda permaneció en silencio. 
    -Tu padre Baiushi Akito es un traidor. No podemos permitir esa mancha. El invierno se aproxima. 
    Mi corazón se detuvo en seco, mis pupilas se dilataron y por reflejo dije solo una frase: "El invierno es inevitable". Shojo, caminó por el senderó dejandome atras. Pude ver como se alejaba su figura mientras las sombras del atardecer lo cubrían. Mi padre era un rebelde, fue un sirviente ferviente de Shoju y ahora me habían dado la mision de asesinarlo. Me dio asco por un momento la traicion de mi padre, no toleré la idea de asesinarlo. Siempre había sido muy amable conmigo, excelente y un fiel servidor; todo lo que se puede esperar de un respetable miembro del clan escorpión. La mancha lo alcanzó, el invierno debe tambien llegar a sus puertas.
    Pedí permiso para presentarme con mi padre. El jefe a mi cargo me dió permiso para retirarme sin inconveniente alguno, solo el favor de su geisha preferida y nadie se enteraría que me fuí. Impartí las últimas directivas a los sirvientes y partí. No hice uso alguno de montura, tenía mucho que pensar en el camino. Mi conciencia me carcomía, debía matar a mi padre; mi familia y demostrar la lealtad al clan. Estaba claro cual era la verdadera naturaleza de este pedido, era solo una prueba para mostrar mi caracter. En el clan hay miles mejores para poder desarrollar esta tarea; pero nadie mejor que yo. Nada se podía hacer, todo estaba en marcha. Debía presentarme ante mi padre para poder saber la verdad. No entendia la verdad en su conducta, necesitaba saberlo.


    Solo dos días eran necesario, pero la tormenta me cortó paso. 
    La ejecución del artista cortó de golpe arrancandome de mis pensamientos. Miré para percatarme que un sirviente de mi casa esperaba en la puerta. Me paré, caminé lentamente hasta la puerta mientras sentida la mirada de todos a mis espaldas. El sirviente de mi padre hizo una reverencia mientras me indicaba con la mano que me dirigiera afuera. Todo estaba pago, estaba esperando este movimiento.Claramente el mensaje había llegado. Para no levantar sospecha alguna, le envié previamente a mi padre una carta para indicarle que me habían dado permiso en el castillo y deseaba saludarlo. La carta había sido enviada con anterioridad, era de esperarse que pasara a buscarme. Cuando salí el morimono estaba esperando. Ingresé y comenzá la marcha. La lluvia continuaba insesante, creí por un momento escuchar el lamento de mi madre en el viento. Me alteró los nervios escuchar su voz, no sabría explicarlo pero sin haberla escuchado nunca hablar y jamas vivir con ella algo me dijo que era su voz. Respiré lento, buscaqué controlar mis pensmaientos. 
    -Makoto dono- dijo uno de los sirvientes.Lo reconocí. Al correr la persiana me encontre trotando al lado al rostro afable, cubierto de de arrugas del viejo Seiki, uno de los siriventes mas leales de mi padre.- Es una fortuna su presencia. Había resado a las fortunas todos los días por su regreso, y ahora lo tenemos con nosotros. La casa ya no es igual sin su presencia-. Podía denotarse suma preocupacion en el anciano.
    -Esta mal mi padre? No decía nada en sus cartas sobre ello.
    -Si dono, el señor se encuentra palido y casi no come. Se encuentra siempre en su habitacion. Esto estuvo pasando cada vez más constantemente, es una suerte tenerlo entre nosotros. Su presencia esperemos que lo recupere pero pensamos lo pero. 
    Le di la mano. Se la apreté con fuerzas, el anciano vio mi mano y se le escapó una lágrima. Solo afirmó para perderse entre las callejuelas del pueblo para delantarse. 
    Al llegar a la casa de mi padre me sentí mucho mas calmado. Llamó mi atención mi estado mientras me limpiaba despues del viaje y vestía para hablar con él. Mi habitación no había cambiado en nada, todo estaba esplendido. Luego de preparar un regalo envuelta en hermosas telas, un pergamino finamente decorrado llegó el viejo Seiki. Me dirigí con el hasta las habitaciones donde se encontraba. Abrí las puerta para encontrarlo, firme con una postura erguida, su mascara siempre había llamado mi atención; un hermosa mascara de detalles decorados y su rostro sereno podía entreverse. Me presenté y con sumo respeto salude. Le encantaba que hiciera siempre uso de mis habilidades. 
    -Akito dono, siempre es un placer verle tan bien. La providencia lo ha guardado y las fortunas le sonrien. Deseo poder ser tan digno de llevar su sangre, mi padre. Traigo del castillo de nuestro daimisho dos regalos para usted. No son dignos de su estatus por ser meros objetos de mi creación. Sería un honor para mi que puediera recibir estos humildes obsequios donde plasmé todos mis esmeros para ensalsar su gloria.
    -Makoto san, estoy mas que alagado, pero no podría aceptar tal detalle de su parte
    -Dono. Me vería realmente muy honrado y desearía que mis creaciones, donde se aloja parte de mi espiritu, pudieran acompañalo. De ese modo sentiría que nunca me encontraría lejos de usted y siempre cerca para protegerle
    -Makoto San, en las creaciones de un artista se ocultan la belleza de su alma y si la entrega es total; todo su espiritu se ensalsa. Los Kamis le agradan ello y es por eso, no puedo igualarme a un Kami. Solo soy un simple mortal a su sombra y no podría nunca contener el espiritu de un samurai.
    -Dono. Coincidere esta entrega como desinteresada, solo deseo poder estar allí. Los kamis viven sobre nosotros y nosotros en la tierra vivimos. Por ello, deseo ensalsarlo en vida.
    -Bien Makoto. Muy buena presentación. Vamos a pedir un poco de te para que me cuentes los pormenores del castillo Baiushi y como crece nuestra familia.
    -Hi, padre.
    Un chasquido lleve y el viejo Seiki se presentó con una bandeja de té. Yo me paré, corrí una de las puertas que daba al patio y miré como llovia. El viejo continuo sirviendo y haciendo todos los preprativos mientras mi padre dejó a un lado los regalos. Un ataque de toz carrasposa lo atacó. Giré de golpe, asustado y me percaté de su estado. La tos continuaba, el viejo Seiki trato de acercarle algo para tomar pero se negó. Se mantenía estoico y distante como siempre.
    -¿Puedo ayudar padre?
    -No - dijo entre tos.
    Le di la espalda, para proporcionarle intimidad; pude escuchar los pasos del viejo seiki que se retiraba. Estabamos solos. La lluvia caía lentamente, sentía como la belleza me inundaba nuevamente el corazon. En un primer momento sentí asco, para despues compender que en al muerte tambien hay belleza. 
    -Padre. Deseo interpretar un cancion que compuse. Debe ser interpretada mientras se lee un haiku muy especial. Me alagaría con ese permiso?
    -Makoto, tiene mi bendición.
    - El haiku es el pergamino.
    Mi padre afirmó. Solo me detuve delante de él, me preparé para la ejecución de la pieza mientras mi padre abría el pergamino finamente decorado. Comencé a interpretar con todo mi corazón en ello, sentía como fluia la música a travez de mi como un río, podía sentirme uno con el ser y la nada. Mi padre estaba absorto, seguía con el dedo el haiku. Al finalizar, pude ver por debajo de su mascara una lagrima caer como un perla hasta el pergamino. Presurado, limpió el pergamino con suma sutileza; corrió su mascara y delante de mi pude ver por primera vez su rostro. Secó las lagrimas y bebió un poco de te. Sentí pena por su cuerpo anciano y su rostro blanco decrepito. Mas aun, sentí pena por haber hecho esto para poder dar con el con un final digno para él.
    -Este haiku es de tu madre. Ella estaría muy orugullosa de ti hijo. Disculpame mi falta de decoro, solo es que ha tocado mi alma y por un instante sentí los brazos de tu madre rodeandome. Siempre sentí un dolor profundo que no puderas conocerla, ella era muy expacial y había sido bendecida con la belleza. 
    -Lo se padre ¿Es por ella que nos traicionaste? 
    Sin la mascara, sus pupilas se dilataron. Una toz mas fuerte comenzó a atacarlo. No se detenía. Me aserque levemente. 
    -Padre ¿Está bien?-
    -Es veneno... en el té.
    -No padre. El veneno estaba en el pergamino y al tocarlo con las manos solo lo llevaste a tu rostro. Eso no es del todo cierto, por que tambien este veneno es tan especial que requiera una segunda dosis. Esta está en el té. Se podría decir que ambos separados son imperceptible; pero juntos letales.
    Sus ojos se tornaron rojos. La respiración se hacia entrecortada. Corrió la mesa delante de él intentado acercarse a mi, no pude remediarlo y lo tomé entre mis brazos. Era mi padre después de todo y lo apreciaba muchisimo. En mis brazos se esforzó en decir sus últimas palabras: "No deberías haberme tocado Makoto. Ahora deberas llevar mi sangre en tus venas y con ella mis errores. Ninguno de los dos podemos ver a tu madre en la proxima vida, esa es mi verdadero calbario.". Comencé a llamar a la servidumbre para que buscaran a un médico, era demasiado tarde y estaba muerto. Había demostrado mi lealtad, pero había costado demasiado caro. Mi padre siempre me superó en todo, asi como yo utilicé su amor por mi madre para asesinarlo el aprovecho mi aprecio para con el para marcarme con la culpa. No pude contenerme mirar al horizonte mientras trataban de remediar a mi padre y dando la espalda susurré: "Sutil, siempre sutil es el agijon del escorpión. Gracias por esta enseñanza. No debo permitirme otro error. Esta mancha recordará mi muerte, la muerte de mi inocencia."
    Lo sucedido a continuacion fue una ejecución perfecta, el viejo Seki había vivido lo suficiente y debía descansar, tuvo un problema de salud para dejarnos rapidamente. La ceremonia del entierro de mi padre fue perfecta. Muchos miembros de la familia se presentaron, hasta el mismo daimisho y su esposa. Todos prestaron el mayor de los respetos a un samurai digno. Está de más decir que tambien fue mi obligación que nadie se enterara sobre sus actividades ilegales. Finalizado esta hermosa ceremonia fui informado sobre mi selección para la guardia personal del daimisho. Seguramente mi padre y mi madre estarían muy orgullosos.


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