4 de abril de 2013

Colt Detective Special .38

Introduje con tranquilidad una bala en el tambor. Empujé el tambor hasta el armazón mientras el frío metal acariciaba la yema de mis dedos. El peso del revólver generaba una calma, un silencio en la tormenta. Una pieza de arte funcional, un viejo Colt Detective Special calibre .38 especial. Durante mucho tiempo por su tamaño fue utilizado por las fuerzas de la policía hasta que dejaron de fabricarlo en la década de los ochenta. Existen casi un millón o más en el mundo, su belleza es inconfundible y su tamaño pequeño lo hace una herramienta fácil de ocultar. No pude no sonreír al mirarlo, como un excéntrico del cine contemplando una obra maestra del cine mudo. Actualmente existen las películas en tres dimensiones, los efectos especiales desarrollados por computadoras pero en lo antiguo existe una anacrónica nostalgia.

Accioné el martillo, el mecanismo de disparo de doble acción vibró. El poder de la pólvora superó al frío filo de una espada; los hombres dejaron atrás el tiempo de las batallas sangrientas cuerpo a cuerpo para destruirse a distancia, sin valor. Sin embargo existen objetos en este mundo que nos muestran el camino del hombre, su existencia. Las armas existen porque el hombre es un ser de naturaleza violenta, un animal territorial en la constante batalla de recursos. Nunca dejaremos de pelear, los deseos utópicos de pacifistas homosexuales jamás entenderán la necesidad el hombre por aniquilar a su vecino. Nuestra historia nos habla sobre diversas excusas para matar al otro. En el tiempo de las cavernas, una mujer bastaba para desatar un conflicto entre semi simios con garrotes y huesos tallados. Más adelante fue el territorio de cultivo después el petróleo. La historia se repite, no por la historia sino por sus participantes, siempre somos los mismo en las mismas historias que se repiten una y otra vez.

Los quinientos noventa y tres gramos de metal son testigos de la violencia humana. La boca del pequeño cañón de cinco centímetros es responsable de derramar sangre y nosotros lo creamos. Nos hemos perfeccionado en el arte de matar, un arte en constante evolución. El hombre, la humanidad, es capaz de matarse diez veces gracias al arsenal atómico que dominó el conciente colectivo durante la guerra fría y ahora hemos olvidado. Pero todavía tenemos esa capacidad, se encuentra dormida en el vientre de la tierra como recordatorio de nuestra naturaleza.

Somos bestias homicidas, seres capaces de matar todo cuanto esté a nuestro paso. Las fuerzas policiales usaron este tipo de revolver durante muchos años, la policía debe cuidar y velar por la seguridad de los ciudadanos; pero el costo es matar. Es necesario que un policía camina las calles armado con una herramienta que no es para protegerse, es un arma y son para matar. Muchos se confunde de la utilidad, muchos creen que un arma de fuego es una seguridad; solo es una herramienta para poder lograr el objetivo que todos los hombres debemos respeto, asesinar. Nos matamos los unos a los otros para completar con nuestro objetivo de vida. Pueden creer en esto o negarlo, pero no pueden negar la existencia de la muerte. Nosotros somos quienes nos procuramos el mal.

Despacio extendí el arma, Jhon permanecía inconsciente bajo la lluvia. Contemplé a mi enemigo y sonreí. Lamenté tener que, pero no niego mi naturaleza. Sea por una mujer, territorio o petróleo esta historia se repetirá.

Accioné el gatillo, una explosión controlada empujó mi brazo y la sangre comenzó a brotar nuevamente.

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