El reloj dictamina las cinco y diez, afuera todo es oscuro; el cielo negro sin estrellas, firmamento de ciudad. No llueve; esta pesado, caluroso y húmedo. El segundero dio un paso, cauteloso. El tiempo parece dilatarse, espera; mantiene la respiración. Cinco y once, un minuto pasó mientras contemplaba las agujas. Cuando no se duerme, todo parece igual; lento y pausado. Es maravillosa la construcción prosaica de nuestra existencia. Somos carne, carne sobre sangre. Nuestros recuerdos, la existencia del ser y el espíritu se sostiene por tendones, huesos y músculos. Nuestra frágil química permite la construcción del ser; de la existencia. Sin embargo no existe carne, no existe cuerpo ajeno a la telaraña formada por el tiempo. Nuestra simpleza existe en un espacio y sobre ese espacio el tiempo construye las distancias.
Un paso más, un minuto más. No soy lo que era soy quien fui, el futuro es un destino seguro. Estamos obligados a transitar la existencia empujados por la mano invisible del segundero. No se puede detener, no se puede esquivar o escapar de la fatalidad efímera de nuestra existencia. Somos cada segundo de nuestra existencia, somos cada instante de nuestro ser y no volveremos a ser el instante anterior. Frágiles construcciones sostenidas sobre los caprichos de la construcción .
Golpean la puerta, es el casero; demanda el pago de un alquiler. No existo fuera de los límites, siento perderme si alejo mis ojos de mi tiempo, de mi segundero.
Un minuto, más. Es tarde o temprano, es tarde y temprano; no importa el hecho. Es la sombra una hechizo de la materia o la materia existe en función a su sombra. El viento sostiene a las aves en su vuelo, el movimiento; su esfuerzo no significa nada para la completa inexistente existencia del aire. Una pluma en el viento viaja al destino deseado sin siquiera poseer conciencia. Nuestros relojes marcan, empujan nuestra existencia paso a paso.
Un teléfono suena, violentas campanadas repercuten sobre el silencioso espacio. Un segundo o un minuto; una hora o un día entero. Mis ojos miran el firmamento sin esperar la luna o el sol; espetan la simplicidad del monótono paisaje.
Una mano deja una carta bajo la puerta, su contenido es un secreto como el alma de los hombres es para los hombres. No hay noticias, no hay voces capaces de sacar mi atención de mi único amo y señor.
Un segundo más, una vida más. Siempre repetimos el error de mirar, repetimos el segundo anterior.
Sesenta segundos no es un minuto, un minuto es todo el tiempo.
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