9 de febrero de 2011

Imagen y reflejo


Las estrellas coronaba el gélido paisaje. Caminaba el viajero, perdido en el bosque oscuro mientras contemplaba los astros. Dos largos días por los senderos oculto, perdido. Sus ropajes de pieles no mantenía el calor; las fuerzas mermaban lentamente. Temeroso, sin rumbo; el terror de perecer en el bosque y convertirse en un cuerpo olvidado. Pensaba, en su incierto futuro; podía vislumbrar augurios oscuros. Cada paso lo acercaba a la muerte o a la vida. Los aullidos rasgaban el silencio para penetrar directamente en su corazón. El terror no le permitía ver o pensar.


La imagen era triste y había permanecido mucho tiempo a su lado, desde las sombras acechaba para verle. No sabía decir si fue por piedad o misericordia, pero contemplaba a este pobre hombre. Cuando pasó por el gran nogal, podía haberle ayudado e indicarle el camino correcto; aunque decidí permanecer en las sombras y contemplar. La naturaleza dictamina un sendero, no debemos por que diferenciarnos desoyendo los llamados de nuestra madre. Estaba a unos pocos metros cuando cruzó el arroyo, pero no se percató de mi presencia, podría ayudarle me decía una y otra vez. Una y otra vez negaba, y miraba. Tal era mi estado, olvidé de comer y solo limitaba mi existencia a su existencia. Por un momento contemplé con dolor como se arrodillaba sobre la nieve y lloraba. Sabía que iba a morir, la misericordia era necesaria; me dije.
Mientras sus lágrimas surcaban su rostro, me presenté ante él.



Con mis ojos empañados por mi amargura una visión me sustrajo. Una mujer se acerca a mi. Había perdido mi rumbo y por dos largas noches no tuve contacto alguno con la civilización. No creo lo que ven mis ojos, No podía proferir palabra. Su piel blanca reflejaba la pálida luna, me sentía como en un sueño. Con un gesto, me indica que la siga. Mis pies obedecen sin replicas. Puedo sentir como me llama, olvido mi estado; mi pasado no importa. Solo existe este momento y en ese encantador estado; obnubilado sigo su rastro. 

El cálido sol abrió camino a la primavera para dar vida. Los hombres volvieron a transitar el bosque impunemente, sin temor y con ceguera. Lo inevitable sucedió, dos leñadores encontraron el cuerpo; un viajero que al final del invierno se había internado en el bosque en contra de toda advertencia.

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